Es probablemente la política hoy en día una de las profesiones menos respetadas. Y no solo en España, y no solo por la poca aceptación y valoración que suscitan nuestros líderes patrios, incluso en los que, a la hora de votarles, lo hacen con la nariz tapada. También se debe ese rechazo al escaso prestigio que los gobernantes del mundo ancho y ajeno atesoran, debido no solo a su acción de gobierno, que también, sino a sus controvertidas actuaciones y declaraciones.

Haciendo un somero recuento, hace mucho ya que demasiados líderes mundiales de demasiados países conforman una turba de personalidades que a menudo se manifiestan con componentes psicóticos y el ciudadano medio no puede dejar de preguntarse si es que la insensatez se ha apoderado de los votantes, en los casos en que han llegado al poder de modo democrático, o incluso cómo es posible que aún tratándose de regímenes totalitarios no se haya hecho con el mando algún individuo menos esperpéntico o siniestro. Piensen, si no en Putin, más allá de su gélida y aterradora catadura, en el orondo tirano de Corea del Norte, en el mandatario sirio y su probado uso de las armas químicas contra su propio pueblo, en el aparentemente perturbado presidente filipino, que ha reconocido que le hubiera encantado asesinar en masa a drogadictos, en Erdogan cuyos guardaespaldas patean cabezas de manifestantes en un país libre como es EEUU, o en el cómico-trágico Maduro, el que ve el alma de su antecesor en un pajarito y habla con las vacas. Y piensen cómo enfrente, al mando de la democracia más importante del mundo, se encuentra un incontinente cuyas manifestaciones rozan tan a menudo la indignidad.

Europa acaba de respirar al menos momentáneamente con la elección de Macron, quien frente a las asechanzas que amenazan con destruirla desde los nacionalismos, los populismos y los egoísmos que tanto se parecen, aboga por el entendimiento, la democracia, la unión, la fraternidad, la libertad y la cooperación y al que no se le conocen disparates indecorosos o desahogos insensatos. De momento es un alivio.