Por qué los políticos deciden nuestros sueldos y los ciudadanos no decidimos los suyos? Las respuestas en base a la ley no me interesan, las conservadoras de siempre ha sido así , tampoco, y las que se justifican en razones de Estado, menos aún, ya que nunca he entendido un concepto tan inane en su propia definición, pero que ha dotado y dota de argumentos a los que no los tienen, al menos les ayuda.

En verdad mi pregunta es simple y parte de la absorción informativa de un fin de semana que se inició el viernes cuando supe que el presidente del Congreso, José Bono , declinó acudir a la radio para hablar de los privilegios de nuestros diputados: los sueldos, las compatibilidades, su jubilación y más que no recuerdo. En fin, esas responsabilidades que pagamos los ciudadanos de la Democracia y que parece que los hace diferentes, ya que no les afecta la ampliación de la edad de jubilación, ni los tiempos de cotización, entre otras cosillas en las que está trabajando el Gobierno. También supe que al parecer no cotizan por los sueldos que perciben en el ejercicio de políticos, por lo que su bruto es igual al neto.

El presidente Bono fue invitado a participar por la Ser tras una intervención, bastante penosa, de una diputada socialista en el programa de La Ventana del día anterior.

En ese mismo día de viernes, ya entrada la tarde, comenté con un diputado el asunto y me contestó: "nuestros sueldos son públicos". Es cierto, al igual que lo son, por lo menos el de miles de funcionarios. Y ahí me quedé.

XPERO ES DIFICILx abstraerse del tema, cuando los sindicatos intentan negociar, el paro aumenta, los salarios bajan, la inflación sube y los expresidentes de Gobierno son contratados como asesores para completar el sueldo público que perciben de 80.000 euros anuales o por impartir conferencias por las que cobran unos 40.000 euros, por cada una. Eso dicen los periódicos. También leo que los expresidentes de las CCAA completan sus salarios con aportaciones de las arcas públicas en diferentes cuantías, incluso hasta con más de 115.000 euros anuales y eso por el valor de ser ex de la política.

Pero además necesitan asesores, secretarios, despachos. ¿Para qué si son ex y tienen sueldos privados? Además me dicen que si los precios suben y a los ciudadanos nos bajan el sueldo habrá una pérdida generalizada del poder adquisitivo, ya que los salarios no subirán, al menos no el de los funcionarios, ni pensionistas, pero también es deseo del Gobierno que no lo hagan los del resto de los trabajadores, ya que se generarían más costes para las empresas y a la postre nuevas subidas de precios, lo que restaría competitividad exterior a nuestra economía. Y en esa situación pienso, en mi ignorancia económica, que si los salarios no suben, pero sí bajaran las cargas públicas, quizás vía privilegios políticos, la competitividad no se vería afectada, pero sí beneficiado el bolsillo común de los ciudadanos, y quizás evitar, en algo, que la inflación lleve al empobrecimiento general que anuncian los expertos. Es posible que la resta de privilegios tan solo sume calderilla, pero que unida a los millones de euros aportados por los funcionarios, pensionistas y demás puedan dar para tapar algún agujero.

¿Deben estar bien pagados nuestros políticos? Sí. Creo que sí, aunque sobre el cuánto, como en cualquier tarea hay condicionantes, pero la individualización es difícil y sobre todo laboriosa, aunque es fácil entender la actual coyuntura económica. Quizás, es por ello, por la dificultad y laboriosidad, que los políticos se escondan en la colectividad del gremio que les ensalza y les hace creer que el estatus que ocupan, tras ganar unas elecciones en las que la decisión de los ciudadanos está muy acotada, eso en el caso de que concurran a las urnas, les concede el privilegio de decidir sus propios sueldos, compatibilidades y privilegios, independientemente de los partidos en los que militen.

Deciden sobre el devenir social y la economía. Y en ello va también nuestro sueldo como trabajadores. Sin embargo, nosotros no decidimos los suyos, ya que quizás no entenderíamos de valías, ni de sacrificios y podríamos dejarnos guiar por razones domésticas cotidianas, como la banalidad de subsistir que cada día tienen muchos ciudadanos de este país que no han elegido la profesión de ser políticos.

En definitiva, tal vez, quizás los ciudadanos no decidimos el sueldo de nuestros políticos porque nunca seríamos tan generosos como ellos mismos, e incluso estarían en riesgo de tener que pagar un porcentaje de su nómina cada vez que nos avergüenzan.