THtoy me van a permitir que rompa una lanza en favor de los políticos. Sé que, al hacerlo, tendré que remar a contracorriente, porque no hay, a día de hoy, un colectivo sobre el que la opinión pública tenga una impresión más negativa. Pero creo que merece la pena bracear un poco contra la marea para intentar trasladar una óptica alternativa a la hegemónica. Porque, qué demonios, yo también soy opinión pública. Y ustedes igual que yo, queridos lectores.

Vamos, que la opinión pública es un ente etéreo y colectivo al que contribuimos todos con nuestras opiniones y palabras. A lo que iba: que resulta que los políticos se han convertido en saco de boxeo verbal de la multitud. Y yo, queridos amigos, creo que es injusto meterlos a todos en ese mismo saco contra el que descargamos nuestra indignación. Porque sí, hay políticos sinvergüenzas, aprovechados, trincones y rastreros, que han manchado la política.

Porque sí, efectivamente, hay políticos que se han olvidado de su papel de servidores públicos, y han buscado únicamente el beneficio propio. Pero también hay una mayoría de políticos que se dejan la piel para que la sociedad en la que vivimos sea un poco mejor para todos. Porque los hay que, para resolver los problemas de sus ciudadanos, hacen lo posible y lo imposible. Porque los hay que no sólo no han ganado dinero de la política sino que, por ejercerla, lo han perdido.

Porque hay políticos en el PP, en el PSOE, en IU, en UPyD, en los partidos nacionalistas, e incluso en nuevas formaciones como Podemos, que sacrifican mucho de su vida personal para que nuestros pueblos y ciudades, nuestras regiones, y nuestro país, sean un lugar mejor y más habitable. Los ciudadanos tenemos razones más que de sobra para estar desencantados y cabreados. Eso nadie lo niega. Pero hemos de ser ecuánimes y no perder la perspectiva. No todos los políticos son iguales, y no todos merecen el mismo juicio.