TEtstos días los he visto en Italia, país de pesebres y belenes bellísimos . Siguiendo la tradición iniciada por Francisco de Asís, ciudades y pueblos entre juegos de luces que adornan plazas y calles competen por exponer el más bello pesebre.

En el mundo entero suenan canciones que invitan a la alegría. Las pantallas de televisión y los medios de comunicación se llenan de anécdotas e ilusiones por el premio de la lotería que les llegó.

En el jardín de las ilusiones encontramos a niños soñando con árboles cargados de chocolate, Papá Noel o Reyes Magos. Jóvenes soñando con futuros amores, que miran al cielo buscando en algún lugar del árbol de las estrellas, el rincón donde el amor espera se rompan las distancias.

Llenamos las horas de pompas de jabón como bolas de Navidad. Siempre es mejor que el jabón sea dorado, azul o de cualquier otro color antes que grisáceo o negro.

Recuerdo aquellos versos de Espronceda en El estudiante de Salamanca : "Hojas del árbol caídas/ juguetes de viento son/ las ilusiones perdidas/ son hojas, ¡ay!, desprendidas/ del árbol del corazón. Se oyen villancicos que hablan del amor que nace en un pesebre mientras el mundo muere de frío porque falta tan rico don. Es cierto que nada hay tan gozoso y tan fuerte como el amor. El es la fuerza que crea la vida, que aglutina familias y comunidades, que sostiene el mundo. Nos asustamos de los desastres originados por las fuerzas del odio y la violencia. Siempre es más fácil destruir que construir.

El amor es creativo y hace crecer; el amor construye la sociedad y no es tarta que se consume, sino tarea que se consuma; no es tesoro que se guarda, sino semilla que se cultiva no es nirvana sino creación continua; no es mirarse el uno al otro, sino conjuntar miradas y esfuerzos en metas superiores.

*Licenciado en Filología