TSti a usted le hablan de árbitros seguramente estará pensando que se refieren al fútbol y ese puede ser un argumento para que todos nos pongamos de acuerdo: leña al mono , aunque tenga razón. Algunos impresentables se recuperan de sus frustraciones insultando a un árbitro en un campo de fútbol. Y si les hablan de justicia, casi todos entenderán que nos referimos a un tribunal donde se dicta sentencia. Y, también, una mayoría puede opinar --lo ha hecho tanto en el Barómetro del Consejo General del Poder Judicial como en el del Consejo General de la Abogacía Española-- que la justicia es antigua, lenta, poco accesible, falta de transparencia, impuntual, funcionarizada, escasamente acogedora y, en muchas ocasiones, desconcertante.

Pero, fuera de las canchas y de los tribunales, también hay árbitros y arbitraje. Cierto que no son, todavía, demasiados y que nuestra cultura del arbitraje, la mediación y la conciliación es todavía escasa. Pero de la misma manera que un cincuenta por ciento de los casos que llegan a un despacho de abogados no acaba nunca en los tribunales (afortunadamente, porque el colapso sería aún mayor), una buena parte de los que sí llegan podrían resolverse mediante el arbitraje, con plena validez legal. Y esa sería una buena manera de descargar de trabajo a la justicia y de conseguir resultados mejores para los ciudadanos. Las Cortes arbitrales de las Cámaras de Comercio y algunas instituciones públicas o privadas están trabajando seriamente para implantar esa cultura del arbitraje que ponga en manos de profesionales bien formados, casi siempre abogados o profesionales del Derecho, imparciales y adecuadamente preparados, la posibilidad de conciliar enfrentamientos y llegar a acuerdos mucho más rápidos --el plazo máximo es de seis meses-- y mucho menos costosos.

El arbitraje no vale para todos los casos, pero puede ser especialmente útil en asuntos de consumo, en conflictos internacionales o en aquellos otros que por la especialización de algunas materias o por la complejidad probatoria, es mejor que caigan en manos de un árbitro experto que en un juez que puede ignorar aspectos específicos. Las reformas legales introducidas en el 2003 permiten resolver aspectos que, hasta entonces, eran imposibles en el arbitraje: la adopción de medidas cautelares, el auxilio judicial, y la rápida y plena ejecución de los laudos. Ya saben ustedes aquello de que es mejor un mal arreglo que un mal pleito . Para un buen arreglo, que es el objetivo, seguramente en muchas ocasiones un arbitraje extrajudicial sería lo más adecuado. Claro que, pensándolo bien, ¿por qué no creamos la figura del árbitro para los conflictos entre partidos políticos? Se hincharían.

*Periodista