Como en el viejo cuento del huevo y la gallina, en los enfrentamientos entre Israel y los árabes nunca se sabe quién empezó primero. Algunos se remontan a la Biblia. Otros dicen que hasta en ella (léase el Libro de Josué ) está escrito que al llegar los hebreos a la Tierra prometida ya estaban allí los filisteos, o sea, los palestinos...

La teoría de las causas no es la más adecuada para entender lo que está pasando en el Líbano y por qué ha estallado este enésimo conflicto cuyas consecuencias podrían poner en llamas todo Oriente Próximo. En el origen de esta nueva guerra hay cuatro ingredientes que, asociados, han producido la conflagración actual. Está, primero, la aplastante victoria de Hamás (que no reconoce la existencia de Israel) en las elecciones palestinas del 25 de enero. Elecciones consideradas por los observadores internacionales como "perfectamente democráticas" (cosa que no se puede decir de las de Egipto, por ejemplo, o de Arabia Saudí, o las de cualquiera de los países árabes moderados aliados de Occidente). Por haber votado mal, los palestinos han sido castigados por la comunidad internacional. Bajo presión de Israel, muy pocos países han reconocido al nuevo Gobierno palestino y, peor aún, le ha sido retirada la ayuda internacional. Esta injusticia y el mantenimiento de los asesinatos selectivos por parte de los israelís contra dirigentes de Hamás exasperaron los ánimos. Y un grupo armado llevó a cabo, el 25 de junio, una espectacular operación de comando en la que hizo prisionero a un cabo israelí, Gilad Shalit . Con esa acción dio comienzo el capítulo actual del conflicto.

El segundo ingrediente, que a primera vista no tiene nada que ver, es la voluntad de Irán de dotarse de la tecnología nuclear civil, a la que tiene derecho. Washington, Jerusalén y otras capitales sospechan que Teherán quiere obtener, con ese pretexto, la bomba atómica. Y, como los iranís ya poseen misiles de largo alcance, podrían golpear Israel. Sobre todo porque su nuevo presidente, Mahmud Ahmadineyad , ha hecho reiteradas declaraciones poniendo en duda no solo la realidad del Holocausto, sino la propia existencia de Israel. Esto ha creado una atmósfera de crisis internacional y se ha barajado la posibilidad de que EEUU, con o sin la ayuda de Israel, ataque preventivamente Irán para destruir sus infraestructuras nucleares. Para el Estado Mayor israelí, Irán es, con mucho, el peor peligro. Y existen planes concretos elaborados por sus expertos para suprimir ese riesgo de forma radical, como Israel hizo ya en 1981 destruyendo la central Osirak de Irak, donde se suponía que Sadam Husein estaba fabricando su bomba nuclear.

XEL TERCERx ingrediente es Hizbulá, aliado de Hamás. Ambas organizaciones practican la lucha armada contra Israel y son islamistas, aunque la primera es chií, y la otra, suní. Por solidaridad con los palestinos, sometidos a crueles represalias por los israelís tras el 25 de junio, y con la intención de aliviar la presión creando una distracción en el norte, Hizbulá atacó el 12 de julio e hizo prisioneros a dos militares israelís.

Esta organización se desarrolló y fortaleció durante la ocupación del sur del Líbano por Israel, entre 1982 y mayo del 2000. Ha puesto a punto técnicas de guerrilla muy eficaces que causaron estragos entre las fuerzas ocupantes, lo que provocó la retirada de Israel del sur del Líbano. Esto ha proporcionado a Hizbulá la reputación de ser la única fuerza que ha conseguido vencer al Ejército israelí, lo que le ha granjeado una excepcional popularidad, no solo en el seno de la comunidad chií, sino en todo el Líbano. Su jefe, Hasán Nasralá , es más que un héroe nacional: un auténtico mito venerado por las masas pobres chiís en todo Oriente Próximo (incluido Irak).

El cuarto y último ingrediente de la crisis actual es quizá el más determinante: la inexperiencia del Gobierno israelí y, en particular, de los dos dirigentes más implicados en este asunto: Ehud Olmert , un exabogado hoy primer ministro, y Amir Peretz , un exsindicalista recién nombrado ministro de Defensa. Los dos son novatos desprovistos de peso político frente a los militares. E ignoramos en qué medida el Estado Mayor de las fuerzas armadas israelís está manipulando la inexperiencia de ambos para convertir en realidad escenarios de guerra con los que soñaba.

Hay que recordar que los dos primeros ministros que precedieron a Olmert, Barak y Sharon , eran veteranos generales a quienes los oficiales no podían influir fácilmente. Tanto Olmert como Peretz (sobre todo este, que viene de la izquierda) no quieren dar impresión de debilidad frente a los adversarios de Israel. Por eso tienen tendencia a compensar autorizando operaciones de brutalidad demencial, sin relación, por su desproporción, con la retención de tres militares israelís.

Hay que considerar Oriente Próximo como un tablero de ajedrez donde se está jugando una trágica partida. Y el problema consiste en saber si Israel ha utilizado el secuestro de Gilad Shalit como pretexto para destruir a Hizbulá y, más allá, atacar a Siria y, sobre todo, a Irán; o si Hamás, previendo la reacción de Israel, le tendió una trampa el 25 de junio sabiendo que luego atacarían el sur del Líbano, donde las expertas milicias de Hizbulá infligirían a los israelís una humillante derrota militar. Los dos guiones son posibles. En los dos casos han sido elaborados por aprendices de brujos, causantes de la tragedia actual.

*Director de ´Le Monde Diplomatique´