Ciertos discursos machistas, xenófobos, homófobos o integristas provocan nauseas morales, es cierto. ¿Pero deben ser prohibidos por eso? Yo creo que no. Más allá de que los asuntos morales sean enormemente discutibles, la libertad para exponer tus propias opiniones (por nauseabundas que sean) y para juzgar las del otro (sin que nadie te limite escucharlas) es condición necesaria de una sociedad plural y fundada en la discusión y el consenso. ¿Qué democracia sería aquella en que se prohíbe a las personas manifestar pacíficamente sus creencias o decidir por sí mismas qué discursos les parecen moralmente aceptables y cuáles no?

De otro lado, la libertad de opinión no debe estar constreñida por un mal entendido respeto a la dignidad de las personas, ni ser confundida con la libertad para insultar, amenazar o difamar. Antes de nada es muy difícil discernir en qué medida es el discurso u opinión de alguien la causa responsable de lo que otro siente o cree con respecto a su dignidad. Emisor y oyente pueden no compartir -de entrada- la misma noción acerca de lo que es «digno». En cuanto al insulto o la amenaza no deberían ser punibles más que como parte de acciones que sí lo son: acosar a alguien con insultos, o amenazar a otro exhibiendo un cuchillo, son complejas conductas delictivas que incorporan lenguaje, no una mera manifestación de opiniones. La difamación, por último, no debería tener efecto alguno (pues en ella no se aportan pruebas), y si lo tiene es por la credulidad e ignorancia de la gente. Lo mismo con las opiniones falsas o falaces. Es de esta credulidad e impericia (y no de la libertad de expresión) de lo que habría, en todo caso, que tratar.

¿Pero y si lo que se opina es -por ejemplo- que «hay que expulsar a los inmigrantes» o «matar a los infieles»? ¿Es legítimo prohibir este tipo de discursos que, según se dice, «incitan al odio y la violencia»? Creo que no. Salvo circunstancias muy específicas (menores de edad, personas trastornadas, situaciones de pánico o guerra...) y por repugnantes que tales discursos nos parezcan, «incitar al delito» no es lo mismo que «ser causa del delito al que se incita». En medio está la libre voluntad de los incitados. Y ojo que del «delito de incitar al odio» a la «detención preventiva» (detener a alguien no por la infracción cometida, sino por su intención de que ésta suceda) no hay ni un paso.

Si el simple justificar el odio o la violencia fuese un delito no solo habría que cerrar mezquitas, sino bibliotecas, redes sociales y todos los bares del país. De otro lado, nadie incita al odio o la violencia en estado puro. La gente odia cosas concretas (a la cultura occidental, a los homosexuales, a los musulmanes...) porque cree que encarnan cosas malas, y aunque son juicios muy torpes, todo el mundo tiene derecho a odiar lo que le parece odioso, a expresarlo, y a decidir por sí mismo el valor de los odios y las filias ajenas (sin que todo esto tenga que regularlo ninguna ley). Mientras no se pase de aquí (de la expresión y la discusión sobre valores) no debería haber delito alguno.

Por supuesto que este grado de libertad comporta riesgos: puede ser que un imán fanático influya con sus odios a jóvenes predispuestos a la acción, o que un líder carismático acabe seduciendo al pueblo para acabar con la democracia (como en la Alemania de los años 30). ¿Pero cuál es la alternativa? ¿Estrechar el margen de libertad hasta -bajo el pretexto de la seguridad- crear un estado latente de excepción (con leyes especiales anti-terroristas, suspensión de garantías individuales, cárceles ilegales, leyes-mordaza, vigilancia constante e instauración de la censura y el «delito de opinión»)?... Yo creo preferible promover la pluralidad (evitando que nada fuera del diálogo -como la financiación o los monopolios mediáticos- haga prevalecer unos mensajes y valores sobre otros) y fomentar al infinito la educación crítica y ética de los ciudadanos (para que sus juicios sean más sensatos y no se dejen manipular por nadie). Al fin, la práctica totalitaria incita al odio y a la violencia mucho más que cualquier discurso.

*Profesor de Filosofía.