TAthora que estamos inmersos en la interminable crisis que no cesa, no deja de llamarme la atención que la gente más humilde, curiosamente sea la que más gaste. El otro día en la plaza Mayor, era imposible encontrar una terraza con alguna mesa libre; en Alcántara durante el festival, más de lo mismo; para coger una silla en la terraza de la asociación de los Castellanos, tienes que ir dos horas antes; amigos míos se ven y se las desean para encontrar por la costa andaluza hoteles libres para pasar unos días de vacaciones; y no hablemos en los híper de las grandes superficies, esperar y esperar en las colas de las cajas para pagar, con paciencia infinita, etcétera.

Digo esto porque si aún no estaba claro y comprobado que la mayoría de los rácanos que habitan en el mundo, poseen inmensas fortunas y que el censo de los avaros está compuesto sobre todo por los propietarios de rebosantes cuentas corrientes, me viene ahora como ejemplo los problemas que tiene la eterna reina de Inglaterra, Isabel II, al quejarse airadamente de los precios siderales de la ropa que tiene que ponerse. Antes de proseguir hay que señalar que la reina Isabel es una de las más ricas del planeta.

Por otra parte, el modisto real, Andy Amies, confirmó en su día que la soberana es de las que jamás tiran una prenda de vestir por muy ajada que esté, ni unos zapatos, aunque los posea desde el Paleolítico. Ahora podemos explicarnos por qué Isabel II usa esos espantosos abrigos y esos aterradores sombreros; el presupuesto no le llega a la pobre mujer para renovar el vestuario. Si las cosas siguen así, el Parlamento británico tendrá que asignar una partida extraordinaria para que la reina no vaya por el mundo hecha un desastre.

Yo por más vueltas que doy al asunto, no acabo de comprender cómo gente que son abrumadoramente ricas visten como pordioseros, como migajas de pan del día anterior para no gastar, usan trajes y vestidos apolillados y jamás tiran un par de zapatos aunque estén más agujereados que un queso Gruyere.

Por lo tanto dejo a los especialistas en comportamientos paranoicos las explicaciones sobre tan extraño fenómeno, pero ha de ser apasionante saber por qué quienes lo tienen todo actúan como si no tuvieran nada, mientras quienes no tienen nada tiran la casa por la ventana cada vez que se le presenta la ocasión.