Puestos a ser o ejercer de algo, lo mejor es serlo con todas las consecuencias. ¿No creen? Ya sabemos que la coherencia no pasa por su racha de mayor popularidad, pero en algún momento decidiremos que vivíamos mejor con ella. Puestos a ser cínicos, seámoslo hasta el descarnado final: si hay que negar la evidencia, se niega.

Dicen que no hay mayor homenaje que la imitación, por eso busquemos a aquellos que hicieron del cinismo un arte. De cometer errores, una virtud. De señalar defectos en el contrario, un arma infalible. Y en esa pesquisa, y sin la omnipresente ayuda de Google, nos aparece la oronda y glosada figura de Churchill. Un cínico con ínfulas, alguien que medía la talla de sus enemigos (no pequeños precisamente) con clínica certeza y a los que gustaba de desmontar a golpe de ironía. Alguien a quien la pulida superficie del cinismo le servía para disimular a su gusto su verdadera talla de hombre de estado. La talla más dura. Como su jeta cuando soltó uno de sus flemáticos y famosos exabruptos: «¡Haga el favor de no interrumpir mientras le estoy interrumpiendo!». Hasta el final, ya digo.

Si mezclamos el «lo que natura non da, Salamanca non presta» con una entrenada falta de miras y una menos ducha habilidad política el combinado no nos devuelve sabores con reminiscencia Churchill. Como mucho, nos dará para un cinismo de salón. Tan parecido a la mentira o al sesgo malintencionado, que costaría más de un verano ver la distinción. Lo que tendríamos, por ejemplo, es a Óscar Puente.

El portavoz de la Ejecutiva Federal del PSOE y alcalde de Valladolid, Óscar Puente. El calor del ferragosto pucelano le ha llevado a creer (y manifestar) que todo el tema Venezuela en España es pura construcción política. Seguramente tenga razón, menos en todo lo que dice.

Pero no jugaremos aquí al cinismo, veraniego o no. No pongamos palabra en su boca, dejemos que se exprese libremente, en el contexto de unas libres declaraciones a un medio. Asumimos que sin coacciones por parte del gobierno de Maduro; porque, verán, esto es España. Pasen y lean.

«En España hay sobredimensionamiento» (del tema Venezuela) «y se le da portada tras portada». Uhmm. No. Veamos: en su percepción de «sobredimensionamiento» siempre existirá un punto de subjetividad lógico, irrefutable en su individualidad. Pero le bastaba ver que la crisis venezolana ha ocupado portadas en periódicos europeos (Francia, Alemania) o en Estados Unidos. Por no hablar de las repercusiones en la comunidad latinoamericana. Si les sumas que el mismo Donald Trump («the real one») está tuiteando --novísima forma de gobierno-- sobre Venezuela, cabe de forma sencilla colegir que le damos la atención que merece. O, al menos, no exageramos la nota.

Pero va más allá, ya que cree que estas portadas están más relacionadas con el hecho de «que Podemos es un partido vinculado al régimen de Maduro que con que Venezuela sea un problema que interesa a los españoles». Puntualicemos: de Venezuela y su situación ya se hablaba profusamente en España en 2002 («pique» Aznar-Chávez) o en 2005 («¿Por qué no te callas?»). A lo mejor se trata el tema en España por la vinculación histórica de nuestro país con Latinoamérica y, en concreto, con una Venezuela con la que tradicionalmente han existido lazos económicos, sociales y afectivos. Tampoco es que nadie demande información: existe una creciente comunidad venezolana en España superior a las 100.000 personas (incrementado en más de un 250% en los últimos cinco años).

Ni es un tema «nuevo» ni existe una mano negra en el PP que mueve los hilos contra Podemos por su pasado filochavista, entre otras cosas porque ni ha sido negado en pasado y continúa bien activo en el presente, como sólo hace falta comprobar en las declaraciones --milimétricamente calculadas-- de sus representantes.

Pero quien quiere jugar a tres bandas sin poder manejar siquiera la suya corre estos riesgos. Los de volver a quedar como el partido de la superficialidad, con el «traductor» en la mano según el interlocutor que tenga enfrente. Por querer atizar a diestra y siniestra haciendo justo lo que critica de los demás: usar el complicado presente de un país que lucha por su supervivencia y un futuro democrático.

Aunque estemos cerrando agosto, si Winston hubiera estado escuchando, le interrumpe. Seguro. Y además hubiera contado como favor.

*Abogado. Especialista en finanzas.