WLw a destemplada andanada lanzada por el prestigioso cocinero catalán Santi Santamaria contra la alta cocina practicada por sus más brillantes compañeros de profesión en España sería una polémica interesante si no fuera por que el chef de Sant Celoni ha tenido la desdichada idea de mezclar la crítica estrictamente culinaria con la denuncia, gruesa y no probada, de que la llamada cocina tecnoemocional utiliza aditivos que son perjudiciales para la salud de los consumidores. Es decir, que los clientes de El Bulli, Arzak o los extremeños Atrio o Aldebarán, entre otros, estarían ingiriendo productos artificiales que no son del todosaludables, algo que Santamaria no se ha molestado siquiera en probar.

La revelación del catalán Santamaría --en su libro de reciente publicación ´La cocina al desnudo´-- dice perseguir únicamente la defensa del consumidor. Pero, sin embargo, ninguna autoridad responsable de los controles alimentarios de nuestro país ha refrendado las tesis del propietario de Can Fabes.

Al contrario: desde la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, hasta políticos de distintas comunidad autónomas, pasando entre otros por el copropietario del restaurante cacereño Atrio, José Polo, han salido en defensa de los grandes cocineros experimentales españoles.

Asimismo, en todo el universo culinario ha habido un movimiento de apoyo a los Adrià, Arzak, Ruscalleda, Martín Berasategi, Toño Pérez, etcétera, y en contra de Santamaria, cuya soledad no deja de resultar sospechosa. Como lo es el hecho, demostrado hoy por este diario y cuya información encontrarán en la sección Gente, de que también él ha utilizado aditivos en algunos de sus platos, lo que no los invalida.

No sabemos si Santi Santamaria ha sufrido un ataque de celos o ha montado una gigantesca campaña de promoción de su último libro. Pero resulta inexplicable que un hombre de su trayectoria haya puesto a tiro de la prensa más sensacionalista de Europa a muchos cocineros salidos de los humildes fogones de la España más tradicional, hoy reconocidos mundialmente.

Por lo demás, utilizar el argumento de que los grandes chefs de la nueva cocina española cobran precios desorbitados sería legítimo si viniera de alguien que no cobrara algo menos de 200 euros por cubierto, sin vino y sin IVA.

También lo es pretender ser el estandarte de una cocina tradicional que no necesita ninguna defensa, porque los grandes chefs también le rinden culto. Por todo ello, al cocinero de Sant Celoni solo le queda la vía de pedir disculpas y pasar esta triste página.