TRtecuerda mucho la actual ofensiva del PP a la que realizó el ejército alemán en el invierno de 1944-1945 en las Ardenas (Bélgica): un intento desesperado de recuperar la iniciativa política desde el agotamiento que está quebrando el PP por los asuntos de corrupción. Una huída hacia adelante con tropas de refresco en el combate duro -en este caso la incorporación de María Dolores de Cospedal como una falsa moderada- a las viejas tecnologías de la confrontación.

La última ocurrencia de esta guerra sin cuartel, después de las denuncias sobre escuchas ilegales y persecución policial, ha sido la protesta por el viaje de Estado que ha realizado la vicepresidente del Gobierno María Teresa Fernández de La Vega por distintos países latinoamericanos. Independientemente del derecho constitucional de la vicepresidenta a realizar el trabajo encomendado en la ley de Gobierno, y por delegación la representación del presidente del ejecutivo, los resultados del viaje por países de primera línea como Brasil y Colombia están a la vista y en la línea de fomentar las relaciones bilaterales, máxime en vísperas de la presidencia española de la UE.

Pero la cuestión no son los resultados del viaje sino la filosofía que subyace en la protesta: afirma el PP que la vicepresidenta se va de vacaciones a cuenta del erario público, como si una agotadora gira con la agenda cargada con cuestiones tan importantes como el golpe de Estado en Honduras fuera un viaje a Disneylandia.

La pérdida de papeles del PP llega al extremo de exigir la exposición de objetivos concretos conseguidos en el viaje y detalle de lo que ha costado. ¿Y si ahora el PSOE pidiera las cuentas de los viajes de Aznar para ver a Bush? Esto empieza a parecer una partida de parchís. La política del PP es una ofensiva total pero dirigida por alguien con mentalidad infantil, porque hasta para ser brutal hay que ser inteligente.