Los últimos resultados electorales del PP de Extremadura a nivel regional y nacional han provocado una reacción interna impredecible, como impredecibles pueden ser sus consecuencias a medio y largo plazo. Si Rajoy ha crecido en votos y diputados, aquí no se puede decir lo mismo, y no hay nacionalistas a quien culpar. La pérdida de casi seis mil votos en la provincia de Cáceres ha sido el triste epílogo a una errática cadena de decisiones inadecuadas, estrepitosos fallos estratégicos y anteposición de ambiciones políticas personales sobre el interés general del partido.

Bien sea por autocomplacencia, negación de la realidad, vivir por encima de las posibilidades profesionales o simple garantía de poder afrontar el préstamo hipotecario, los análisis electorales que se hacen desde el coche oficial o en los despachos de las sedes, no van parejos a los que realiza la militancia. Donde unos ven mejoría, otros solo encuentran apatía y resignación. Por eso, superada la desilusión de nuestros votantes, es lógico que haya surgido un clima de análisis de las causas de la decepción electoral y la búsqueda de revulsivos. Nadie cree que la solución pase por mantener las mismas caras y emplear a los mismos estrategas: Si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán al foso. Tampoco por tutelar la sucesión ni ganar congresos para después perder elecciones.

XPESE A ELLOx, la actual dirección está ejerciendo un legítimo derecho si quiere continuar, si quiere tutelar el relevo en la presidencia regional o las renovaciones que tenga por conveniente. Ahora bien, otros afiliados, con nombre o sin nombre, por junto o por separado, también ejercen sus legítimos derechos si deciden presentarse como alternativa, la exigen, reivindican otro modelo, critican o hacen llamadas a la responsabilidad. No hay ninguna razón legal, moral o política por la cual, los que en su día tuvieron responsabilidades, ahora tengan que resignarse conformándose con el ninguneo o el ostracismo, entre otras muchas razones porque ni sobran votos, ni sobra talento, ni valentía para enfrentarse al PSOE a cara de perro. Así no se construye, se destruye; y destruir a un partido puede ser reprobable si lo hace un adversario político, pero resulta incalificable cuando las exclusiones nacen en casa.

Por esa política de tierra quemada hacia los propios, asistimos a la constitución de un grupo notable de militantes y cargos, que quiere estar, sin exigencias, pero estar. Y esa voluntad, ya manifiesta, es irrenunciable, con todo lo que ello conlleva. Todos queremos y debemos estar en el relevo en la presidencia regional y todos debemos estar en una dirección respetada por una abrumadora mayoría. Y será respetada por esa abrumadora mayoría si la dirección nace del consenso mayoritario, si encarna un modelo integrador. Si se tiene la nefasta idea de pasar el rodillo sin reparar en los efectos colaterales, si se persiste en exclusiones, vetos y expedientes, el fracaso está servido.

Nada resolvería un Congreso regional que empieza la partida con un enroque, porque las semillas de la disidencia quedarán sembradas. Así, sin sosegar y devolver la confianza a los de casa, no se podrán afrontar retos serios, así sólo seríamos meros administradores de derrotas bochornosas. Marcando la distancia, aislando o dividiendo, premiando a unos en detrimento de muchos en función de los avales que traigan, es crear un líder con pies de barro, liderazgo que pierde crédito con cada revés electoral y gana un billete de ida a Madrid.

Nuestra fuerza está en nuestra gente, en nuestros militantes, en la calle, en los pueblos. Debemos volcarnos en prestar asistencia y ayuda de todo tipo a nuestros candidatos y portavoces, trabajando estrechamente con nuestros alcaldes para que en ningún momento se encuentren desamparados ante la maquinaria feroz y voraz que es el PSOE en Extremadura. Hace falta un esfuerzo de generosidad, un esfuerzo individual que nos lleve a pensar antes que nada en el PP extremeño, en sus afiliados, simpatizantes y electores, un esfuerzo por olvidar viejas afrentas y malentendidos.

Por eso, es exigible un espacio abierto donde intercambiar ideas y análisis con sosiego, un espacio para la participación, un espacio con voluntad integradora donde se fomente el respeto a la diversidad de pareceres, un espacio, en suma, que trabaje sobre lo más conveniente para todos. Ese espacio debería cristalizar en un congreso regional asambleario, multitudinario, donde las bases pudiesen hablar y decidir libremente. En contrapunto, la táctica hermética y excluyente, sentaría las bases del conflicto continuado, garantía de sonoros desastres electorales. Siempre hemos criticado al socialismo por aplicar el rodillo y organizar congresos a la búlgara. ¡No seamos socialistas!

*Abogado y militante no resignado del PP.