El PP de Cáceres ha terminado, en apenas diez días, la renovación de dos de sus cargos imprescindibles si quiere volver a lograr la Alcaldía: la de presidente local (José Antonio Villa sustituyó a José Diego) y la de la portavocía municipal (Elena Nevado ha relevado a Javier Castellano). Ha sido una operación bien llevada --la rapidez, y esta ha sido rápida, es garantía de éxito-- y coherente, porque los objetivos que se proclamaban --el principal, el del cambio de rumbo--, es posible visualizarlos tras las expectativas que han levantado las personas elegidas.

Ha acertado también el PP en que lo ha hecho oportunamente. Faltan dos años para las nuevas elecciones, un periodo en el que tanto Villa como Nevado --de los que se destaca la característica común de ser personas integradoras--, tendrán tiempo de recuperar la imagen para el PP de partido de gobierno en Cáceres. Es, quizás, el principal reproche que cabría hacer a la política practicada desde las últimas elecciones: el olvido del obligado carácter institucional de una formación que ha ganado las últimas 5 elecciones y gobernado en tres legislaturas y que, sin embargo, daba muestras de sentirse cómoda en su labor de oposición.