Si el presidente del Partido Popular extremeño, José Antonio Monago, tenía intención de colocarse en el centro del debate político en la región, hay que reconocer que su inesperada exigencia de que condicionará el apoyo de su partido a la reforma del Estatuto de Autonomía a que la Asamblea se comprometa a hacer un estudio sobre los usos presentes y futuros del agua del pantano de Valdecañas, ha sido una provechosa operación de márketing: de la noche a la mañana Monago se ha colocado en ese lugar.

Sin embargo, si su movimiento se enfoca no tanto como operación de imagen sino como operación política, el jefe de la oposición se ha adentrado en un territorio que tiene sus riesgos. Monago ha dado un puñetazo en la mesa y las miradas de todos se han dirigido hacia él. Prueba superada. Pero de resultas de ese puñetazo el puzle del consenso puede desbaratarse. Cualquier partido que aspire a formar gobierno debe transmitir la confianza de que será capaz de establecer puentes con la oposición; de mantener más allá del adversario la vocación de diálogo porque los votos que permiten gobernar no los dan los incondicionales, esos solo alcanzan para estar en la Asamblea, sino ese magma sociológico de ánimo centrista, moderado y conciliador que valora que el partido al que vota no va a echar los pies por alto y romper el cántaro ante cualquier situación conflictiva. En definitiva, que ese partido va a tratar de componer puzles en lugar de desbaratarlos. Mucho más si el puzle que está sobre la mesa es, nada menos, que el Estatuto, la ´Constitución extremeña´. Sería una desgracia histórica que la segunda versión del Estatuto corriera la misma suerte que la primera --la actual, la vigente desde 1983--, que no obtuvo el respaldo unánime de los partidos políticos. Y que ese consenso quedara roto no porque no estuviera en el texto hasta ahora acordado la salvaguarda de los intereses hídricos, presentes y futuros, de la región, que lo está y en esos términos, sino porque la Asamblea no se comprometa a pedir un estudio que los concrete.

José Antonio Monago tiene tanto acierto en pedir al Parlamento ese estudio, y en mantener la posición que estime oportuna con respecto al hipotético trasvase de Valdecañas, como desacierto en situarlo como condición indispensable para aprobar el Estatuto. Porque, además, puestos a condicionar el apoyo a la ´Constitución extremeña´ hay muchos más asuntos, también importantes, que el PP podría haber esgrimido si quiere guardar distancias con el grupo parlamentario socialista.

Como consecuencia de esta nueva posición sobre Valdecañas y el Estatuto, se puede deteriorar el clima de consenso que habían aceptado las dos grandes fuerzas políticas en leyes importantes, como la de Educación. Tal vez sea eso lo que el PP persiga, que los ciudadanos vean claramente definida su posición frente a la del Gobierno. Es legítimo, cada cual busca su espacio, pero si es así, Monago no ha podido elegir peor campo de batalla: el Estatuto debería estar ajeno a la pelea.