WEw uropa avanza pero hacia atrás. Este podríaser el paradójico resumen de lo acontecido en Bruselas durante la maratoniana cumbre de jefesde Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE),que concluyó en la madrugada del sábado, dedicada a superar la parálisis institucional derivada del rechazo de la Constitución por los electores de Francia y Países Bajos, en el 2005.

Los líderes europeos encontraron en la intransigenciay la estridente exhibición de los agravios históricos de los líderes de Polonia, los gemelos Kaczynski, el chivoexpiatorio para los problemas esenciales que no fueron planteados o que se solventaron con el mágico expedientede aplazarlos hasta el año 2017, fecha hipotética de aplicación íntegra del nuevo sistema de votación o reparto de poder.

Muy largo me lo fiáis. Con las concesiones en política exterior a Gran Bretaña y sus aliados o las derogaciones en algunas materias sensibles (justicia e interior), el éxito precario de evitar lo peor corre parejo con la satisfacción de los euroescépticos.

Frente a la cancillera Merkel, atrapada por los fantasmasdel pasado, al menos nueve de los dieciocho países que ya habían ratificado la Constitución europea deploraron las concesiones y la falta de voluntad política para hacersaltar el cerrojo de la unanimidad, el mayor escollo paraesa integración cada día más estrecha preconizada por los padres fundadores hace medio siglo, pero ahora en franco retroceso.

Los 27 no solo han enterrado la Constitución, la banderay el himno de Europa, sino que han diluido bastantelos criterios federalizantes que recogerá el nuevotratado funcional o de mínimos que inventó el presidentede Francia, Nicolas Sarkozy, que no es precisamenteun europeísta, sino un adepto de la cooperación intergubernamental.

El proyecto minimalista traduce una importantefalta de ambición y hace más urgente que nuncaque se producza una aclaración de las respectivasposiciones, junto a una revisión de las normas paramodificar los tratados sin unanimidad, reconociendola realidad de una Unión Europea de dos o más velocidades.

Los más rezagados, euroescépticos o recalcitrantesno puedan entorpecer la marcha de los mayoritariosque preconizan una verdadera integración política. La línea divisoria se establece entre los defensoresdel Estado-nación y la cooperación entre iguales ylos que pretenden superarlo con la creación de unespacio político europeo, sujeto diplomático en unmundo globalizado.