El tiempo de la diplomacia se agota en la ONU sin que se vislumbre la posibilidad de que el Consejo de Seguridad vaya a legitimar un ataque de EEUU a Irak pese al descarado juego de presiones de los gobiernos de Bush, Blair y Aznar. Es el colofón de una preguerra tramposa, en la que la diplomacia ha sido, para Washington, un frente ficticio. La decisión norteamericana de acabar con Sadam estaba tomada de antemano. Fue pocos días después del 11 de septiembre del 2001 cuando se empezó a hablar de guerra preventiva y se decidió atacar Afganistán e Irak.

Desde entonces se están ejecutando aquellas decisiones. Sin autorización de Naciones Unidas, George Bush ha desplegado más de 200.000 soldados en el Golfo, ha acentuado los bombardeos en las zonas de exclusión, ha penetrado en Irak y ha cortado las alambradas fronterizas con Kuwait, ahuyentando al personal de Naciones Unidas.

El Parlamento turco rechazó el paso de tropas de EEUU por el país, pero éstas se desembarcan so pretexto de modernizar unas bases. Y hasta Tommy Franks, el jefe de la invasión, ya tiene montada la sala de prensa en Qatar para dar los partes de esta guerra preventiva y, hoy por hoy, ilegítima.