TLta primera lección de periodismo que recibí cuando comenzaba a ejercer la profesión me llegó de quien era entonces ministro de Asuntos Exteriores, Fernández Ordóñez . Iba yo con mi cuestionario escrito y me pareció prudente y respetuoso cantárselo al entrevistado antes de comenzar a grabar. Al escuchar la primera pregunta el ministro levantó su mano derecha y me dijo: "usted pregunte lo que deba que yo le responderé lo que crea conveniente". Es difícil resumir en menos palabras la esencia de nuestro oficio; y más difícil todavía encontrar otro tratamiento que el usted para marcar la distancia y el respeto requeridos en la relación entre un periodista y un personaje público, aunque aquél sea un jovenzuelo recién salido de la universidad y éste un bregado político.

La relación entre políticos y periodistas no está atravesando sus mejores momentos. La difusión por parte del PP de unas declaraciones grabadas de su secretaria general, Cospedal , sobre el archivo de la causa contra Camps , y la reprimenda amenazante del jefe de prensa del ministro Corbacho a un compañero de TVE son sólo los últimos episodios que ilustran este tiempo tan especial. Pero la nómina de agravios es más amplia e incluye ruedas de prensa sin preguntas, desprecio selectivo a periodistas según de qué medio provengan, insultos gruesos a algunos informadores y a sus medios, y hasta un boicot como el que promovió el principal partido de la oposición al primer grupo mediático de este país hace cuatro años.

Resulta preocupante que a estas alturas de la historia tengamos que recordar el papel fundamental que los medios de comunicación tienen en una sociedad democrática, y que el respeto a los medios no es otro que el que se debe a los ciudadanos --electores, contribuyentes, militantes de partidos-- que usan esos medios para informarse. Pero resulta aún más preocupante que los periodistas no seamos capaces de decir basta. Porque el tránsito de la excepción a la costumbre a veces resulta imparable. Y algunas costumbres como las relatadas no engrandecen ni la profesión ni la democracia.