La evolución demográfica extremeña vuelve cada año a poner en clara desventaja a los pequeños municipios con respecto a las ciudades. El censo poblacional de la comunidad se ha mantenido ligeramente al alza durante el último año, pero los datos no dan para muchas alegrías en el entorno rural. Aunque el éxodo masivo de los setenta se ha reducido drásticamente, el fantasma del despoblamiento y abandono aún perduran en algunos puntos de la región, donde hoy se buscan fórmulas que garanticen la continuidad generacional y el relanzamiento de la natalidad. El Ayuntamiento de Aldehuela del Jerte ha acordado premiar con 50 euros a cada niño que nazca en el municipio; una inciativa que persigue ampliar la escasa población infantil. Otros consistorios ya han anunciado su pretensión de seguir la estela marcada por la alcaldesa Rosario Hontoria y en esta semana Casar de Palomero acordó en pleno aumentar la cuantía a 300 euros por nacimiento.

Estos premios a la natalidad son gestos meramente simbólicos, aunque dan fe de un problema que va más allá de la geografía regional. Las administraciones extremeñas, conscientes de este déficit, ya ejercen políticas para la dotación de servicios e infraestructuras, porque es éste y no otro el mayor premio que se puede dar.