Después de pasar por el Tribunal Superior de Londres y de llegar a un acuerdo entre las partes, los periódicos sensacionalistas del grupo Express Newpapers han desembolsado cerca de 700.000 euros, que irán al fondo destinado a sufragar los gastos que genera la búsqueda de la pequeña Madeleine McCann, desaparecida hace un año.

Además, han reconocido su error (incrementado con la redundancia de un centenar de artículos difamatorios) y han perdido perdón a Kate y Jerry, los padres de la niña, de manera sentida, rotunda y espectacular.

Las portadas del perdón son tan grandilocuentes que, en una curiosa contradicción, podría pensarse que el acto de contrición responde a una estrategia más en esa trayectoria sensacionalista, la loca carrera por vender ejemplares al precio que sea. Sin embargo, es cierto que esta vez se establece una importante jurisprudencia, un precedente que marcará un antes y un después en el todo vale de cierta prensa más preocupada en el negocio que en la verdad. En el Reino Unido, pero también en España (y en especial desde el caso Alcàsser), algunos medios de comunicación llevan a cabo, sin ninguna conmiseración, un acoso y derribo que nada tiene que ver con la investigación periodística, legítima y necesaria en un sistema democrático, y mucho que ver con la difamación, el libelo, la superficialidad y la falta de decoro moral.

El perdón que piden los rotativos es importante. Más lo sería si la lamentable pérdida de Madeleine y sus consecuencias sirvieran para marcar de una vez los límites entre el derecho a la información, la sacrosanta búsqueda de la verdad y el negocio sin entrañas con un demoníaco afán de lucro.