Profesor

La gente es muy maniática y una de las manías más extendida es la de casarse. Y mira que se lo ponen difícil. Pues ni por esas. Antes lo primero que hacía uno cuando deseaba casarse era echarse una novia y preferiblemente virgen. Ahora mucho tiempo antes de tener novia es imprescindible buscar una iglesia. Parece que no es lo mismo casarse en la concatedral que en una parroquia cualquiera. A lo mejor hay estadísticas que demuestren que los matrimonios celebrados en la concatedral son más duraderos y felices que los celebrados en las parroquias. O quizá sólo se debe a que es más bonita, tiene mejor aparcamiento y supone categoría social. El caso es que dada la demanda es preciso contratar día y hora con un año de antelación al menos. Naturalmente en ciudades como Madrid deben ser varios años. Algunos lo hacen el día de su primera comunión. Es conveniente que te apunten en una libreta que deberás consultar con alguna frecuencia pues no sería la primera vez que al cura se le olvida, que se traspapela o que te lo cambian por otra boda con más influencia que la tuya. Y a buscar novia. Que probablemente no será virgen y tendrá que aceptar la fecha y la hora señalada. Oye, si te interesa y si no, nada .

Como esto del matrimonio es una aventura muy complicada te obligan a hacer un cursillo. Tú piensas que te enseñarán a soportar los inconvenientes de la vida diaria, a no protestar aunque la comida se haya quemado, a ir de compras con la esposa, a no salirte de la lista que te ha hecho para la compra en el híper, etcétera, pero no. Se trata del catecismo o cosa parecida, que por lo que parece no contribuye mucho a conseguir la felicidad matrimonial. Claro que estos cursillos te los puedes saltar o al menos disminuir su duración si buscas la parroquia adecuada o tienes amistad con el cura o presentas un certificado de haber aprobado la asignatura de religión en un colegio y si es privado, no digamos.

No menos antelación necesita la reserva del banquete. Ya se sabe que la gente sigue la moda y la moda dice que el banquete debe ser en un castillo o en un hotel donde comimos muy bien hace cuatro años en la boda de fulanita y que tiene unos jardines maravillosos. Vas a un restaurante y para marearte y que no sepas lo que haces, te invitan a una degustación donde te ponen tantos entrantes y salientes que al final te haces un lío del que solamente sales cuando hablas de los precios. Y comienzas con los cambios. ¿Y si en lugar de brocheta de langosta con salsa de calamar emeritense pongo lomitos de sardinillas de Santurce con crema de tenca de Brozas? Te dan ganas de eliminar incluso los camareros para disminuir gastos. Buffet libre. Al final acabas eligiendo lo mismo que en la boda de menganita pero con panaché de amapolas y margaritas silvestres al ali-oli. Lo mejor es que no pienses en el precio ni compares pues probablemente si comieras ese menú un día cualquiera te costaría ocho mil pesetas más barato de lo que te van a cobrar por ser una boda. Es que la cara de imbécil se te nota mucho. Y los puros. Porque ese día fuman hasta los que habían presumido de llevar varios años sin fumar. Varias cajas con su correspondiente inscripción. Aquí yace... . Uy, en qué estaría yo pensando.