El 31 de agosto se ha conmemorado el Día Internacional de la Solidaridad. Es una fecha importante que merece la reflexión de todos. Más cerca de lo que pensamos existe gente necesitada, personas que requieren ayuda, apoyo, personas que necesitan que la sociedad le abra los brazos y puedan reinsertarse, personas que precisan ser escuchadas, animadas y orientadas. La lucha por una sociedad justa que ofrezca a todo el mundo las mismas oportunidades no debe cesar y debe ser una constante diaria en la agenda de los políticos.

Cada día, decenas de organizaciones no gubernamentales y miles de voluntarios salen a la calle a prestar atención a los más desfavorecidos. Es un trabajo en la sombra, una labor poco reconocida e infravalorada pero que merece el reconocimiento y el aplauso de toda la sociedad. Pese a que vivimos en la era del no tengo tiempo , hay personas comprometidas que sacan minutos e incluso horas de donde no las hay, para ir a ayudar a los demás, eso es la solidaridad.

La solidaridad es un valor que implica esfuerzo, generosidad, trabajo, sacrificio, entrega, supone renunciar a ciertas cuestiones, la solidaridad requiere prescindir de cosas que apreciamos pero que otros necesitan más que nosotros. La recompensa que ofrece a cambio la solidaridad no es económica, la verdadera recompensa es la satisfacción de ver como tu granito de arena ayuda y contribuye a erradicar desigualdades, es comprobar que con tu tiempo otras personas que estaban apartadas y excluidas socialmente vuelven a tener acceso a una vida mejor, la verdadera recompensa que brinda la solidaridad es la salud y la felicidad interior que sientes cuando miras a los ojos de quien esperaba como agua de mayo tu ayuda. Muchas veces son sensaciones y sentimientos indescriptibles los que fluyen por nuestro cuerpo. En ese momento es cuando aprendes a valorar realmente tu vida y la de los demás.

El materialismo y el consumismo tienden a apoderarse de la mente de la sociedad, debemos frenar en seco y observar a nuestro alrededor, para ver que no es más feliz el que más dinero o el que más bienes y propiedades consigue, de cara a disfrutarlas en un futuro que nunca llega... La felicidad está en el día a día, en vivir y disfrutar al máximo de los pequeños detalles, en aprovechar el tiempo carpe diem, tempus fugit , en ayudar a los demás, la felicidad te llega cuando sin ningún interés actúas y colaboras para que haya una sociedad más justa, cuando lejos de mirar para otro lado ante problemas de la calle te implicas y te comprometes para buscarles solución.

Decía la Madre Teresa de Calcuta , "comprendemos que para que haya solidaridad se requieren dos personas: una necesitada y otra solidaria. Pero el solo dar, o ayudar, no es lo más difícil. La parte difícil comienza cuando se nos presenta el dilema de ayudar sin recibir nada a cambio; de ayudar aunque nadie se entere, ni aún la persona a la que ayudamos. Esto es: ser solidarios por una verdadera convicción de igualdad y de justicia. Es difícil ser caritativos, solidarios, entregados, y ser, al mismo tiempo, totalmente desinteresados".

El presente y futuro de la solidaridad está en nuestras manos, los jóvenes debemos seguir implicándonos, y es que se puede sacar tiempo para todo. Millones de personas requieren nuestra ayuda, debemos tender nuestro brazo a los discapacitados, a los mayores, a los enfermos, a los inmigrantes que huyen de sus países porque no les queda nada, a los que han caído en las garras de la droga, alcohol, sida o prostitución, a los que son explotados o maltratados, a los que no tienen ni para llegar a fin de mes ni para afrontar las necesidades básicas de su familia, a los que no han tenido la oportunidad de recibir una educación, a los jóvenes que viven en hogares desestructurados. Entregando ayuda a los demás nos sentiremos realizados y además gozaremos una gran satisfacción, felicidad y paz interior.

*Presidente de NNGG de Extremadura y portavoz de Juventud del PP en la Asamblea