WEw l Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se había fijado unas expectativas excesivas de cara al semestre español de gestión de la Unión Europea (UE), basadas en el antiguo tratado. Pero, con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, ahora las antiguas presidencias semestrales rotatorias han quedado relegadas a un más que discreto segundo plano.

La UE cuenta con un presidente estable, Herman van Rompuy, a quien corresponde no solo la presidencia de las cumbres europeas y de la UE con los demás países, sino también la responsabilidad de impulsar las políticas europeas y el desarrollo práctico de los acuerdos de los Veintisiete. En esta línea, Van Rompuy ha desempeñado un papel clave y sin duda fundamental en la definición de la estrategia económica para el año 2020 y en las negociaciones para que reforzar el gobierno económico europeo sea una realidad.

Del mismo modo, parece que el papel de España en la gestión de la crisis griega y de los ataques especulativos a la zona euro ha sido algo secundario, porque el protagonismo correspondió al presidente del Eurogrupo, en estos momentos el primer ministro luxemburgués Jean-Claude Juncker, así como al propio Van Rompuy y al eje franco-alemán.

Además, la influencia política de España quedó reducida de una forma claramente significativa al verse forzada por sus socios a adoptar un plan de ajuste acelerado ante el agravamiento de la crisis de la deuda pública de la zona euro.

En este punto, la creación del cargo de ministro europeo de Asuntos Exteriores, ocupado por Catherine Ashton, ha acabado de reducir la influencia práctica de la presidencia semestral española.

Y la insistencia del ministro español de Exteriores, Miguel Angel Moratinos, en impulsar estrategias fallidas, como pretender cambiar la posición común europea hacia Cuba sin que el régimen castrista cambie su actitud de pisotear los derechos humanos, no ha mejorado la situación.

El presidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero ha tenido la inteligencia de amoldarse a estas nuevas circunstancias y facilitar la transición europea al nuevo modelo, sin pretender insistir en un protagonismo que ya no le correspondía.

No obstante, atrapado por los problemas domésticos, Zapatero ha dejado pasar la oportunidad de demostrar en alguna tribuna mediática o universitaria que tiene una visión precisa y detallada de Europa y del camino que la Unión Europea debe seguir.