TAtmérica Latina ya tiene dos presidentas: Michelle Bachellet , en Chile, y Cristina Fernández , en Argentina. Y el continente se dispone a tener por primera vez una sólida aspirante a la Casa Blanca, si Hillary Clinton logra superar las pruebas que tiene por delante su candidatura por el Partido Demócrata. Angela Merkel gobierna Alemania; Luisa Dogo , Mozambique; Ellen Jhonson-Sirleaf preside Liberia; Gloria Macapagal , Filipinas... Y hay unas pocas más en todo el planeta. Todas tienen largas carreras jalonadas de pruebas y dificultades. Todas han soportado sospechas sobre su capacidad de mando y comentarios sobre su aspecto. De Cristina Fernández oí en paralelo la complejidad de su propuesta de pacto social y lo inadecuado de su traje negro de tirantes. Bachelet me recordaba hace poco esa máxima que dice que si una sola mujer entra en política, cambia la mujer, pero si muchas mujeres entran en política, cambia la política. Crear grandes expectativas de cambio siempre es peligroso, pero el acceso de las mujeres al poder parece lento pero seguro. El Parlamento español que salga de las generales de marzo será paritario. Aunque el PP tiene recurrida ante el Tribunal Constitucional la ley de igualdad que obliga a una presencia proporcional de hombres y mujeres en las listas, no parece probable que el alto tribunal resuelva la cuestión de inconstitucionalidad antes de la convocatoria. Bastante tiene de momento con resolverse a sí mismo. Pero sin dejar de valorar la importancia que tendrá la mayor visibilidad de las mujeres en los escenarios del poder, cuando en enero conozcamos las listas de los partidos habrá que estar muy atentos, no solo al número sino al nombre de los agraciados/as. Repetir en el Congreso o el Senado consolida las carreras políticas y las proyecta. Permite acumular experiencia y corregir errores. Y los datos demuestran que, en las Cortes españolas, ellas han repetido mucho menos en los 30 años de democracia. La mayoría de los dirigentes que hoy están en la primera fila se han curtido durante años en la soledad del escaño. El presidente del Gobierno, sin irmas lejos.