La política tiene pendientes raramente reversibles. Es una extraña gravedad que, cuando se instala en los tobillos de un líder carismático, le arrastra al fondo de las encuestas. Cierto que hay otros políticos que nacen a la vida pública con los grilletes puestos, que les impiden ascender. Es el caso de Mariano Rajoy , sepultado permanentemente en las encuestas por la falta de confianza de los ciudadanos. Puede llegar a ganar nadando en la indiferencia general. José Luis Rodríguez Zapatero ha ido perdiendo la incondicionalidad con la que nació. Le han abandonado, dicen las encuestas, los jóvenes, los titiriteros de la ceja, los desempleados. La desafección retratada en la última encuesta del CIS afecta mucho más a los votantes de izquierda, exigentes siempre, que detectan que el proyecto político de Zapatero, si es que existió, se ha agotado; no da más de sí. Puede producirse la paradoja de que un partido que tampoco tiene proyecto y es incapaz de renovarse, el PP, gane las elecciones por simple agotamiento del contrario, sin mérito alguno por iniciativas políticas propias. El 2010 pinta complicado para frenar la caída del socialismo español por la pendiente. Los vicios en la forma de gobernar son tan difíciles de corregir como enderezar un árbol maduro. El partido, que deberá estar movilizado, según las consignas de sus dirigentes, languidece en las casas del pueblo. Los ministros son desautorizados y no tienen iniciativa ni carisma. La presidencia europea consumirá muchas energías en la Moncloa sin que haya un empuje en el resto del Gobierno para sobrevivir sin la tutela del presidente. Demasiadas rocas, demasiado oleaje y pocos pilotos en el puente de mando. El dilema se volverá a presentar, pero desde distintos parámetros. O apoyar a este Gobierno desgastado o permitir que la derecha dura e incapaz de alcanzar el centro político vuelva a la Moncloa. Ocurrió en el cuento del lobo. Los pastores sobrevivieron hasta que se hartaron de la amenaza de que venía el depredador. Ahora ya pocos hacen caso a las intimidaciones de reversión política porque el personal está agotado por falta de confianza.