No logró Pablo Iglesias llenar Sol, aunque él ve la moción de censura ganada, «porque este país es mejor que su Parlamento». Y note el querido lector que el deseo, más que realidad, se produjo después de asumir que no iba a vencer, -- «No voy a ser presidente», decía el hombre con sincero pesar--, y antes de llamar a Sánchez para entregarle el regalo envenenado de ofrecerle retirar la moción triunfadora en la calle, pero perdedora en el hemiciclo, si el flamante resecretario general del PSOE presentaba la suya.

Una se acuerda, asociación de ideas lo llaman, de aquella vez que, por un error con el micrófono, se le oyó a Zapatero comentar ante Iñaki Gabilondo que para ganar las elecciones necesitaban tensión. Zapatero parecerá ahora un ángel del talante a muchos que consideran a Iglesias un odiador por costumbre, pese a que el líder populista declarara en alguna ocasión que ZP había sido el mejor presidente de la democracia y que le admiraba sinceramente. Pero entre presión y tensión no hay tanta diferencia.

Porque presión y de la más burda es la que fácilmente se reconoce en la estrategia de la izquierda radical contra el PSOE, no ya solo sobre Sánchez. Por ejemplo, en un tuit del líder extremeño Álvaro Jaén, nada más terminado el escrutinio de las primarias del sábado, exigía literalmente que los militantes extremeños le presentaran una moción de censura a Fernández Vara. Tal vez porque en Podemos el que piensa distinto del líder supremo se merece el llanto y el crujir de dientes. O al menos el ostracismo.

A una le escama mucho ese modo de hacer, violento en las expresiones y falto del mínimo respeto y la manía persecutoria de los populistas de incordiar en el interior de los demás partidos, siempre que no sea el del sensato Puigdemont o el del magnífico orador que es Rufián. Y cada vez le da más reparo el modo mimético con que cierta parte del PSOE, precisamente la que ha ganado, reproduce comportamientos, insultos y ataques, al modo del alcalde de Valladolid, uno de los más locuaces.

Y quiere creer que, tras la victoria, el rumbo se va a enderezar.