Las grandes historias de la vida tienen pequeños protagonistas. Gotas de agua en un océano de luz en el rostro de Carla, la niña extremeña a quien han trasplantado con éxito un corazón en el hospital Gregorio Marañón de Madrid. Un bebé precioso de seis meses que ha pasado a la historia de la medicina en nuestro país por ser el primer paciente en recibir un trasplante cardíaco infantil con incompatibilidad de grupo sanguíneo. Quizá sea fácil ahora observar las imágenes de felicidad de la familia de Carla rodeada de médicos, pero detrás de esta experiencia se esconde un episodio de belleza y ternura de dimensiones descomunales.

Tan grande como la alegría de esa madre intentando contener la emoción mientras trataba de explicar a los medios de comunicación las horas de angustia y desvelo por la salud de su pequeña. Ocurren a veces historias increíbles como ésta, con final feliz y que demuestran que nuestro sistema funciona, a pesar de sus errores y disfunciones con otros ejemplos que vemos a diario.

LA EXPERIENCIA médica de Carla ojalá nos sirva para sentirnos aún más orgullosos de la sanidad pública que disfrutamos. No es fácil poner en un pedestal a los profesionales de este ramo, a veces tan injustamente tratados a causa de los vaivenes en la gestión política de los recursos disponibles. Este caso, como otros muchos que no trascienden a la opinión pública, solo responde al éxito de las cosas bien hechas y por el que nosotros, los ciudadanos, debemos aumentar nuestra confianza en los servicios que recibimos a cambio de nuestros impuestos.

Cuando Carla sea mayor y su corazón siga latiendo tan fuerte como ahora, seguro que alguien le contará que unos médicos le salvaron la vida porque demostraron ser unos profesionales de Champions. La mejor victoria en los partidos más difíciles. Esos que tanto cuesta ganar pero que te dan un prestigio para siempre. Un beso, Carla. Tu felicidad es la nuestra.