El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero sacó ayer adelante en el Congreso de los Diputados el proyecto de Presupuestos Generales del Estado para el 2008. Lo hizo por los pelos, atrayendo a sus postulados a socios de última hora, pero también con sólidas razones. La oposición popular albergaba la esperanza de que prosperara alguna de las enmiendas a la totalidad que presentaron el propio PP, CiU, ERC, IU, Coalición Canaria y Eusko Alkartasuna. Pero los socialistas supieron atraerse al PNV --a cambio de que el PSE vote los presupuestos del lendakari Ibarretxe en el Parlamento vasco-- y a varios diputados del grupo mixto para que el proyecto saliera airoso, a la espera de la fase de enmiendas. Con independencia de como le haya ido a cada comunidad con estas cuentas, asunto que ayer no se ventilaba y que se dirimirá en las enmiendas y la tramitación posterior, sino la aprobación o no en su conjunto, resulta una buena noticia que los presupuestos hayan superado el primer listón del Congreso, porque la alternativa a esta situación era indeseable: prorrogar los actuales es algo que siempre tiene repercusiones negativas en el terreno de la inversión pública y en la aplicación de nuevas políticas. Y que acaban pagando siempre los ciudadanos que tienen menos recursos.

Es lógico que el PP defienda, como ayer hizo Mariano Rajoy, que estos no son los presupuestos que necesita España. Lo hizo a pocos meses vista de las elecciones legislativas y queriendo, con toda legitimidad, subrayar su papel de alternativa al PSOE. Pero el argumento global esgrimido por los populares de que estamos ante un presupuesto "electoralista" no tiene demasiado fundamento. El vicepresidente Pedro Solbes aportó ayer todo tipo de datos --entre ellos las mayores inversiones en Investigación Desarrollo e Innovación (I+D+i) y el aumento de gasto público para cubrir déficits históricos, como la deuda nunca abordada de Televisión Española-- para justificar un proyecto que no es nada rupturista con la línea macroeconómica de los tres años anteriores de la legislatura de Zapatero.

Al PP le interesaba una derrota sonada del Gobierno como hubiera sido la devolución de los presupuestos, que siempre representa el agotamiento de un proyecto político. Para el vicepresidente Solbes ha sido una tarea muy compleja tejer en abierto clima preelectoral las complicidades para que no se produjera el rechazo de la Cámara al proyecto. Algunos grupos políticos, como los catalanes de CiU o ERC o el vasco de Eusko Alkartasuna, querían marcar perfil propio ante la batalla electoral de marzo, que es por las mismas intenciones del PP.

Por lo demás, y fuera de la discusión parlamentaria y del encaje de bolillos para alcanzar el listón aritmético de la mayoría absoluta, las cuentas de Solbes tienen que superar la difícil prueba que marcará la realidad económica. El vicepresidente ya dijo ayer que tal vez el crecimiento baje algo del 3,3% previsto en sus cuentas. Todo un aviso.