TTtras rayos, truenos, centellas y algunos malos vientos, llegó apresuradamente la primavera el domingo 14 de marzo.

Causa impresión comprobar cómo después de los primeros momentos del cambio te encuentras con gente por las calles que te recuerdan la necesidad, ¡y algunos casi la previsión!, de que éste se produjera. Alegría me llena al averiguar el inmenso caudal de seguidores socialistas. Rabia me da no haberme percatado antes. Perplejidad tengo al recuperar imágenes de viejos compañeros repentinamente aparecidos .

He tenido la fortuna de desplazarme, por motivos de trabajo, tan sólo un par de días después de las elecciones generales, a Francia. Allí, cada vez que manteníamos una reunión se repetía el mismo agridulce ceremonial: por un lado la transmisión del doloroso pésame por las víctimas del atentado de Madrid y, por otra, la felicitación por los resultados obtenidos por los socialistas en los comicios mencionados. Asimismo, me he percatado de que, ya sean periódicos nacionales, como regionales, se hacían eco, día tras día, y con un gran despliegue, de ambas noticias. Si manteníamos alguna conversación tanto con colegas franceses como con latinoamericanos (bolivianos, peruanos, mexicanos...) el énfasis era similar.

Todo ello nos da fuerzas para consolidar nuestra sensación globalizadora. Para fortificar nuestra unión con Europa (he leído menciones al eje Madrid-París-Berlín). Para seguir gritando, ¡no a la guerra! Para verificar lo cerca que estamos de nuestros hermanos hispanos. En definitiva para corregir la prepotencia aisladora a la que nos habías visto abocados en los últimos años. Ojalá venga, de nuevo en noviembre, la primavera de la mano de J. Kerry en Estados Unidos. El mundo lo agradecerá.

*Historiador