Una de las conversaciones recurrentes que mantengo con un gran amigo (avispado y atento lector. Obligado, diría yo) es acerca de las series que vemos. Lo que ya nos pasa un poco a todos: las series han pasado de ser un pasatiempo más o menos culpable circunscrito a las cuatro paredes del salón hogareño a objeto de análisis y discusiones públicas más o menos sesudas. En función de la serie y (claro) el nivel de "postureo" de los conversadores. No voy a decir dónde nos situamos...

A ambos nos encanta El ala oeste de la Casa Blanca , y en ocasiones nos solazamos cínicamente en describir algún comportamiento (nuestro o ajeno, disparamos con bala --de fogueo, eso sí--) como propio de algunos personajes. Sí, disfrutamos con la serie. Lo que no nos aparta ni un segundo de saber que lo que hay enfrente es solo y exclusivamente ficción. Aaron Sorkin , admirado y egocéntrico creador de esta serie y otras igualmente magníficas, pone a la política americana frente al espejo de un idealismo que podría existir, pero de hecho no lo hace. Las leyendas, dicen, deben tener alguna base en la cruda realidad.

Aunque no hay dudas en definir algunas como cultura, las series por definición son entretenimiento. Y pese a que nosotros veamos a Obama protagonista en vídeos caseros o luciendo gala en la anual cena de corresponsales, la política americana no es solo marketing. Es mucho más: una democracia más consolidada y con mecanismos propios de funcionamiento anclados en un sólido sentido de estado. Lo de Obama cantando o Clinton al son de La Macarena , son eso, puro entretenimiento... integrados dentro de la cultura política norteamericana. Que se puede permitir el show sin confundirlo con ligereza. O peor aún: con gobernar.

Vaya semanita. Pedro Sánchez con Bertín , discutiendo quién se levantaba más tías acodados en la barra de la disco de turno. Rajoy , tan hierático como siempre, hablando artificiosamente en la radio de deportes y ya no se sabe si opositando a presidente del "Madrí" por si las cosas se torcieran en diciembre. Rivera , rivalizando con Pablo Motos , como a punto de pedir una caña y empezar a darse abrazos. Pablo ... bueno, Iglesias ha pasado ya por tantas teles y radios que barruntamos el momento en que sean los propios periodistas los que empiecen a huir de él.

NO SE a ustedes, pero a mí ya me asalta la terrible sensación de que la carrera por la presidencia ha mutado en un ejercicio por ocupar el prime time patrio. En vez de encuestas, en las sedes de los partidos van a empezar a medir "ratings" y audiencias. Veo futuro a la Campos y a Ana Rosa como próceres de opinión política.

Qué sobreexposición. Vaya hartazgo. Se está poniendo complicado ver la tele u oír la radio sin que luzca alguno de los candidatos. Hablando de algo, de lo que sea. De sus gustos, del perfume que llevan, de sus novias y esposas. De política, pues poco.

Somos tíos normales. Relajaos, somos uno de los vuestros, tampoco tan diferentes ¿Queda claro? Ya. Pero es que ocurren dos cosas: primero, que ya lo sabíamos, tampoco es que os tuviéramos precisamente por los más listos de la clase. Segundo, que no nos importan tanto vuestras vidas privadas como las públicas y sus acciones, que son las que nos van a afectar en las nuestras.

Lo siento, pero la consultoría de comunicación está dañando la política en España. Que alguien les ha dicho que lo que importa es la imagen, "construir" un candidato. Ser una marca. No digo que no tenga relevancia, pero no en el sentido que lo aplican: solo importa el continente si hay contenido. Que alguien les ha comentado que deben ser simpáticos, empáticos. No resta, por descontado. Pero tampoco vamos a dejar de votar a alguien porque sea del Barcelona (sí, a pesar de los cuatro...).

Queremos soluciones, respuestas, programas y debates. Sobre todo, debates. Y que se muestren ideas y se confronten visiones. El común ya asume que la política tiene una parte árida, escasamente lustrosa. Pero interesa. Las sonrisas y las grandes frases vacías pero grandilocuentes, nuestro pan de cada día política, no son obstáculo para hablar de lo que importa y no de banalidades. Es innegable que en política los gestos tienen un hueco importante, pero no todo puede ser exactamente eso: teatralización de la política (televisada).

Ahora, que sí lo que importa es ocupar el prime time, pues al menos que sea menos aburrido. Ahí sí podían copiar a los yanquis.