Las citas célebres se han convertido en algo parecido a un diccionario de sinónimos. Una herramienta más o menos a mano para coger prestado el prestigio y sofisticación de otro y servirte de la autoritas de la frase en cuestión como argumento de cierre. Hasta categorías existen. Y como todo lo que se hace bien, también hay copias o falsificaciones. Por esa senda discurren las «atribuciones». No tenemos ni idea (ni un solo dato) que asegure que tal cosa la dijo tal tipo, pero se la atribuimos. Porque fíjate que bien le va, seguro que si no dijo eso, al menos lo pensó.

Napoleón juega en la liga de los grandes de las citas. Cuenta con muchas certificadas, pero entre las atribuidas, una sentencia que siempre me ha parecido ejemplo de lucidez: «Si quieres solucionar un problema, nombra un responsable; si quieres que el problema perdure, nombra una comisión». Sobran ejemplos que le dan la razón.

Finalmente, la comisión del Congreso de los Diputados encargada de la investigación sobre las causas de la «Gran Crisis» (nuestra crisis financiera e inmobiliaria) ha fijado finalmente qué personas deben comparecer en su seno. En los próximos meses desfilarán en la misma los máximos responsables políticos en la materia (Rato, Solbes, Elena Salgado y Luis de Guindos); los supervisores bancarios (el anterior gobernador, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, y el actual, Luis Linde. Caruana ya lo hizo). También, claro, representantes del sector bancario, fundamentalmente rectores de las antiguas cajas, pero llegando hasta a los últimos presidentes del Popular, Ángel Ron y Emilio Saracho, también en la lista. Un auténtico quién es quién del sector que vivió la tormenta financiera que estuvo cerca de llevar a nuestra economía a una catástrofe.

Esta apertura otoñal no se cerrará pronto. La Comisión considera que necesita un tiempo estimado de un año para proceder a las comparecencias, valorarlas y extraer conclusiones. Estando en 2017, cierto es que ya se cuenta con la perspectiva temporal suficiente, y no será yo quien afirme que es tarde para hacer un ejercicio de transparencia. Pero sí se me ocurren dos objeciones: la oportunidad de unas conclusiones cuando ya existen mecanismos y medidas en marcha y la verdadera razón que sustenta los planes de esta comisión.

Parece obvio que el objetivo de la comisión es extraer enseñanzas de lo ocurrido para tratar de evitar que vuelvan a suceder. Pero no ha habido que esperar a finales de 2017 para que las autoridades supervisoras (especialmente desde la UE en coordinación con el BCE), ya se hayan puesto en marcha mecanismos y medidas de corrección. En una gran parte, una batería de medidas destinadas a detectar aquellos desequilibrios que pueden ser una amenaza para el sistema.

Las prevenciones han ido encaminadas a reforzar los requisitos de capital para evitar situaciones de insolvencia futuras. Para ello se han creado sistemas de provisión que «endurecen» el concepto de pérdida. Ya no será el parámetro la pérdida efectiva o incurrida sino simplemente la esperada. Ocurre que este sistema, que no era común en otros países, es una vuelta de tuerca del que ya teníamos aquí. Y no funcionó.

Además, por mucho que este sistema se reforzara a través del control y de modelos más exigentes, sólo se ocultaría el problema. Y es que estos modelos responden a los que ya hemos usado y miden escenarios que ya hemos pasado. Porque, ¿y si el siguiente escenario de recesión no se creara por la falta de solvencia, sino de liquidez?

Por otro lado, lo que la sociedad demanda de esta comisión es la creación de un «mapa de responsabilidades». Un objetivo digno y lógico. Siempre que no derive en un ajuste de cuentas. Y la experiencia dicta que una comisión de carácter y composición política, convirtiendo un ejercicio de conclusiones, análisis y, potencialmente, de definición de «buenas prácticas» en una arena donde rascar -pasen y vean- titulares y votos.

El problema es el desgaste de analizar tarde y en exceso. Sin que la noble finalidad origine una solución útil. El ajuste de cuentas mira al pasado, despistándonos de otros objetivos. Me dirán que no es el Banco de España ni el Ministerio de Economía. Pero ayuda a disfrazar si hay o no preocupación por los desequilibrios financieros que vienen. Porque ya están viniendo.