Seamos sinceros, la Semana Santa como fiesta es corta. El tiempo que da a disfrutarla es justo, apenas un respiro, un gozoso adelanto del futuro verano. Si nos relajamos y permitimos el anglicismo, un merecido 'break'. No para todos, claro, que siempre habrá quién pueda y disfrute de cinco días seguidos de pasión... de asueto, digo. Y aunque los periódicos desaparezcan un día (el Sábado Santo) las noticias no paran. Y no ahora, porque tengamos a tiro de tecla el mundo entero (worlwide) las cosas cambian. Ya era así antes. En nuestra historia contamos con el llamado Sábado Santo Rojo del 77, del cual el fallecido Presidente Suárez fue artífice, autor y protagonista. Y se aprovechó del apagón informativo. Porque no sé qué pasa por Pisuerga, en todo caso mantengamos la mayúscula en ese Presidente, ahora que han pasado los obligados fastos. Ese letra 'P' se la han ganado pocos (o ninguno) después. EL, de sobra.

En unas fechas así (perdonen el trivial cambio de tercio), no apetece hablar de problemas. Pero como los periódicos del Sábado Santo, los que estén ahí previamente, no van a desaparecer. Ni por arte de magia, ni por artesanía de gabinetes de prensa. Los problemas, si los obvias, crecen. En serie. En serio. Y estas líneas son ya propiedad del día a día. Si hay un viernes de pascua, este será el viernes de normalidad. Así que justificado estará ponernos en nuestro sitio. Y eso significa afrontar problemas, del calibre que sean. Y el que tiene España de frente es el de la deflación. España, Europa, anuncia un fin de la crisis que no deja de ser cierto. Certero el diagnóstico de que lo que entendemos por crisis ya ha pasado. Erróneo el dictamen de que todo volverá a ser como antes, que cantaba el grupo pop. Existen muchas amenazas a la débil recuperación y frente al poco decidido análisis gubernamental.

X¿QUE ESx la deflación? Ni más ni menos que una bajada generalizada de precios. El mercado no tiene oferta suficiente (o sobra dinero, luego lo explico) y reacciona bajando precios. Ok, lo he entendido. ¿Y ahora me explicas porque una bajada de precios tiene un peligro para mí cuando voy al martes al Eroski? Pues porque ese día tú, a corto plazo y a pequeña escala, te puedes llevar una alegría en tu bolsillo. Pero lo que realmente implica deflación implica que la economía está muy débil, la deuda el país sube (la pagamos todos) y la oferta a largo desaparece. Es decir, desaparecen las empresas que compiten y permiten esos precios. .Y eso sin olvidarse del bajo coste laboral de las naciones en desarrollo (menor empleo aquí), del enfriamiento de los precios de las materias primas (las que producimos) o los grandes descubrimientos tecnológicos (que no tenemos). Todo, nos guste o no, tiene un repercusión económica en nuestra zona de trabajo.

La deflación, además de síntoma de una economía enferma, de por sí es peligrosísima: por un lado, elevar el valor del dinero (que solo favorece a los 'verdaderos' ahorradores, traduzcan) y, por otro, disminuye la oferta. Lo que lleva, claro, a la elevación de precios. Todo lo que sube... bueno, en economía, todo lo que baja tiende a subir. Es el problema silencioso de la recuperación que nadie quiere ver. No sólo en España, qué va. En los Estados Unidos, Janet Yellen , sustituta de Bernanke en la Reserva Federal, como otros banqueros centrales, insiste en que la inflación se acelerará incluso aunque continúe menguando. Pese a que la tozuda realidad desmienta cualquier afirmación de ese tenor.

Por descontado, en los debates del Congreso (o en los de Mérida) esto ni aparece. Ni hace falta esperarlo. Nadie quiere hablar de un tema tan incómodo, y que además es difícil de controlar y cambiar el sesgo. Normal que se evite (no tan normal, en cambio, que se obvie siempre. Sólo recuerdo que mi abuelo solía insistir en que la ignorancia es muy osada).

Sin embargo, el riesgo de deflación es real. Pese a que los banqueros centrales han argumentado hasta ahora que este fenómeno es temporal, lo cierto es que es España la más probable en la Eurozona para entrar en deflación. Y por eso, amenazar la débil senda de normalización financiera que vivimos en los últimos meses.

La solución esta vez está en buenos manos. Fuera de nuestras fronteras, claro, porque aquí nadie quiere/osa/anhela hablar de deflación. Quien puede frenar la deflación en la ya está España (un IPC al 0,5% desagregado lo es) es Mario Draghi . Pero esta vez no le valdrán solo palabras, como en el verano de 2012. Sino hechos (acciones). Hic sunt dracones, Mario.