Con la publicación de las listas electorales se da el pistoletazo de salida a la precampaña de las elecciones municipales y autonómicas de nuestra comunidad. Lo primero que se aprecia son las ausencias, los nombres de aquellos que formaron parte de un proyecto y que pronto glosarán la lista de prematuros jubilados; unos por iniciativa propia y otros a su pesar, debido a la renovación, a la ley de paridad o las cuotas derivadas de los pactos entre partidos.

Si nos dejáramos llevar por la primera impresión, podríamos afirmar que, salvo honrosas excepciones, no se trata de candidatos con la contundencia suficiente como para levantar excesivas expectativas, ni para constituirse en esos adalides capaces de transformar el panorama político de nuestros pueblos y ciudades. La calidad de nuestro sistema democrático dependerá de ellos, al ser los intermediarios entre el ciudadano y las instituciones, pero en esta sociedad autocomplaciente en la que nos ha tocado vivir, ni todo el que vale quiere, ni todo el que quiere vale. Porque también en este ámbito no todo es lo que parece, y aquellos requisitos basados en lo políticamente correcto: la preparación, el liderazgo y la capacidad de trabajo, han sido sustituidos por cualidades más acordes con la praxis política, y ahora se prefieren candidatos con la fidelidad y la ductilidad suficientes como para saber ahormar sus voluntades a las circunstancias cambiantes de los nuevos tiempos. Por tanto, aun corriendo el riesgo de caer en la medianía y en la mediocridad, se opta por los sumisos en detrimento de los de espíritu crítico, en la convicción de que con ello la política queda inmunizada contra el virus del transfuguismo y las conspiraciones, algo que pervierte la esencia de la democracia y se constituye en un fraude contra la voluntad popular.

XPARA FORMARx convenientemente a un candidato se requiere mucho tiempo y dedicación, requisitos de los que adolecen los partidos, y al no existir viveros para este tipo de formación específica, se recurre a personas que han tenido un papel relevante en algún ámbito de la esfera civil: presidentes o destacados miembros de alguna asociación vecinal, deportiva o cultural, alguien de reconocido prestigio y con la solvencia profesional suficiente, que además esté bien situado respecto a los caladeros del voto.

Las listas, lo mismo que los programas electorales, pueden elaborarse desde los despachos o escuchando el sentir de la calle. En el primer supuesto se valora el currículo personal, el pedigrí, la trayectoria, la connivencia con una determinada ideología; en el segundo supuesto se atiende a la empatía y a los compromisos adquiridos en favor del entorno: Pero en cualquiera de los casos, al votante se le niega la posibilidad de elegir a las personas concretas, al tener que optar por la lista completa de un determinado partido, algo jurídicamente legítimo pero éticamente reprobable, pues si las elecciones son el fundamento más genuino del sistema democrático, resulta paradójico que se limiten las posibilidades de elección de los votantes.

Las elecciones municipales y autonómicas representan una forma de participación asociada a lo próximo y a lo cotidiano, por lo que conviene optar por la eficiencia, la capacidad de gestión y la valía personal, en detrimento de la fidelidad a unas siglas, pues en las sociedades abiertas los contenidos ideológicos terminan por entremezclase conformando un contorno de difícil diferenciación, y lo que quedan son las realidades tangibles: la búsqueda del bienestar, de la prosperidad y del desarrollo, todo ello explicitado bajo parámetros de inevitable similitud.

Hay quien a estas elecciones pretende buscarle una trascendencia y un significado que en sí mismas no tienen, al tratar de atribuirles el carácter de primarias, algo que pueda servir como señal inequívoca del comportamiento del electorado en las próximas generales, pero esas prospectivas se basan en puras elucubraciones, en datos que son meramente orientativos y que solamente son útiles como referencia para que, a partir de ellos, cada partido establezca sus propias estrategias, ya que al tratarse de procesos electorales diferentes, las conclusiones no tienen por qué ser necesariamente extrapolables.

Este paisaje de fotografías manifiestamente mejoradas en el que se ha convertido el panorama publicitario preelectoral, se antepone como una cortina de humo ante los ojos. Mientras tanto la política se ha embarcado en un vuelo sin rumbo, donde el ciudadano es golpeado por ese discurso monocorde y cansino en el que se refugian los políticos, y el abstencionismo va propagándose entre todos aquellos que están hartos de soportar las sempiternas promesas que nunca se cumplen, de que se profesionalice la política hasta convertirla en el modus vivendi de algunos, de que la política pase a ser un fin en sí misma y no un instrumento al servicio de la sociedad.

*Profesor