TEtl proceso abierto tras anunciar la ETA un "alto el fuego permanente" atraviesa por un momento gramsciano: lo nuevo --la paz-- no acaba de llegar y lo viejo --la violencia-- no se resigna a desaparecer. Gramsci definía este tipo de encrucijadas como antesala de grandes males. En el que caso que nos ocupa no tendría por qué ser así. Que la dirección de la banda terrorista a través de la gestión de Josu Ternera está en el camino del adiós a las armas parece fuera de duda; cosa distinta es que todos los pistoleros vibren en esa misma longitud de onda.

Vivir con la pistola al cinto es una forma de vida que hace que cierto tipos de jóvenes se sientan importantes; la vida civil ordinaria les asusta. A quienes vemos el terrorismo como lo que es, el crimen al servicio de la política, nos parece repugnante y moralmente rechazable, pero para los pistoleros su activismo no carece de épica. Todas estas consideraciones habría que integrarlas en el análisis de lo que ha ocurrido en este primer mes transcurrido desde que el pasado 22 de marzo los encapuchados anunciaron el alto el fuego. Atentados como el de Barañain o Getxo, o las cartas de extorsión recibidas por algunos empresarios navarros pueden ser los últimos coletazos del proceso o actos que anuncian que habremos de sufrir nuevos sobresaltos en los diferentes rellanos de esta larga escalera que conduce --esperemos-- al final de las acciones de una banda terrorista que en los últimos treinta años ha matado a más de ochocientas personas.

Así las cosas, tengo para mí que en esta fase habría que confiar en la gestión emprendida por el Gobierno pidiéndole, eso sí, al portavoz Moraleda que no sobreactúe y pidiendo a la oposición --Acebes, Zaplana -- que no exijan lo que a ellos nadie les reclamó cuando el entonces presidente Aznar decidió abrir conversaciones con aquellos a quienes denominó representantes del "Movimiento Vasco de Liberación Nacional".

*Periodista