Si la profesión docente, en general, es complicada, la de profesor de Religión parece hoy de auténtico riesgo. Según las últimas orientaciones jurídico-eclesiásticas el profesor de Religión no solo ha de saber cuántas clases de limbos hay, cuáles son las postrimerías y cuántos los novísimos, sino que ha de ahormar, ante todo, su vida a la doctrina, lo que obligaría a nuestro docente no solo a apartarse de la utilización de todo preservativo, de toda posibilidad de divorcio y de aborto, si fuera el caso, sino a subvenir a las necesidades materiales de la iglesia, a no comer carne en la cuaresma y a cumplir con la obligación de comulgar por pascua florida y con el débito conyugal cuando el confesor, más que el ardor, le aconseje.

Item, dicho docente, para mantener el puesto de trabajo, debe acompasar sus pasos a los de sus jefes y estar en primera línea en las manifestaciones que la Conferencia Episcopal convoca y alienta contra el Gobierno actual o contra cualquiera de tendencias semejantes, por cuestiones contra la concepción, el divorcio, el reconocimiento de los homosexuales, la amenaza laicista o la enseñanza de la religión, conceptos que centenares de miles de millones de personas de todo el mundo consideran logros irreversibles de progreso.

Siendo estrictos, nuestro profesor debiera precaverse de la riqueza y la opulencia, aunque n este aspecto la santa madre siempre ha sido magnánima, adaptando el dogma a los tiempos a pesar de las tajantes palabras de Mateos sobre los ricos, el camello y el ojo de la aguja.

Un profesor así más que dar Religión, da recelo y hasta facilidades para que los niños se alejen de él.

Más que profesor, pareciera el nazareno que lleva sobre sus espaldas la dificultad estructural de conjugar la inmutable verdad revelada de la religión con la imparable movilidad social, un nudo gordiano que no es capaz de desanudar su patronal, vieja en años y sabia de experiencia, pero incapaz de detener el progresivo alejamiento de una sociedad que cambia de ideas, de instituciones, de ciencias, de leyes por su propia dinámica, al margen de cualquier criterio religioso.

*Licenciado en Filología