TEtsperanza Aguirre posee valor, dinamismo, oportunismo y pegada. Experta en medidas polémicas, sobre todo si le reportan protagonismo frente a Zapatero , parece que así se postule como la verdadera alternativa, ensombreciendo a un Rajoy cansino, pasivo o vago, que opiniones hay para todos los gustos. El penúltimo derechazo a la barbilla de ambos simpáticos y moderados líderes --el último ha sido lo del Estatut-- consiste en su propuesta de otorgar la condición de autoridad a los profesores. Consecuencia tal vez de las pijas algaradas vandálicas de Pozuelo, ha levantado ampollas en la Freapa y en la izquierda más divina, que la consideran innecesaria, represiva y dictatorial. Intelectuales de pro y docentes guay han escrito incluso que la autoridad es algo que el profesor tiene o no, como la fe, y que no se puede adquirir, por mucho que lo suban a una tarima o lo equiparen a la Guardia Civil. Una que ve impotente cómo año tras año desde la nefasta LOGSE, las erráticas actuaciones de las autoridades educativas han ido triturando meticulosamente los contenidos académicos y la exigencia en el aula, confundiendo motivación con jolgorio, comprensión con colegueo y respeto con opresión hasta reducir el prestigio, la consideración y la autoestima de los profesores a la condición de piltrafa, considera ingenuamente que quizá a aquellos que no irradian autoridad por infusión divina no les vendrían mal algunos instrumentos si no represivos, al menos disuasorios. Es verdad que los adolescentes, la mayoría al menos, no son bestias, son sólo chicos, algunos desorientados, otros faltos de modelos familiares, otros simplemente gamberros y otros excelentes. Pero todos están necesitados de que se les diga claramente lo que está bien y lo que está mal y quizá precisen también percibir que sus maestros son apoyados no sólo por los padres, (que a veces imprudentemente les cuestionan, tal vez porque ellos mismos carecen de autoridad) sino también por las leyes. Aunque suene a carca, que no lo es.