En el Magreb les llaman muristas o sujetaparedes porque sus días transcurren con la espalda apoyada en la tapia viendo la vida pasar. Tengan estudios o carezcan de ellos, da lo mismo porque no hay trabajo. Son estos jóvenes quienes encabezan la revuelta social que ha estallado en Túnez y Argelia contra la carestía de algunos alimentos básicos, el desempleo y la corrupción de regímenes garrapata. En ninguno de los dos países el descontento se amalgama en torno al sueño izquierdista que en su día acariciaron generaciones anteriores, y tampoco parece que la protesta tenga tintes islámicos, aunque la frustración es río caudaloso para la pesca yihadista: el 70% de la población magrebí tiene menos de 30 años.

En Gran Bretaña se ha acuñado para los muchachos sin perspectivas el término hooded youth, que se traduciría como ±juventud encapuchadaO en referencia a las sudaderas con caperuza que suelen vestir. En noviembre pasado, los hoodies intentaron asaltar la sede del Partido Conservador en Londres durante las marchas por el encarecimiento de las matrículas universitarias. También en las manifestaciones de Grecia, contra los planes de austeridad del Gobierno, y en las de Francia, en protesta por la reforma de las pensiones, los más jóvenes desempeñaron un papel preponderante, aun cuando la edad de la jubilación les coge lejos.

Rabia, desconfianza, el futuro emborronado, seres extraños en su propia sociedad. El cambio cultural que padece esta generación atraviesa clases sociales, ideologías y religiones. También es transversal de norte a sur, con especificidades propias en cada región. El modelo que prometía prosperidad después del esfuerzo se ha venido abajo, y en su lugar afloran la apatía, la incertidumbre laboral, el individualismo, el aquí y ahora, la laxitud de cualquier vínculo. Ellos no tienen la culpa; no toda.

En una argumentación cínica podría decirse que en Europa el problema será pasajero, como un mal resfriado, porque en 20 años la población habrá crecido tan solo el 3%. En el Magreb, en cambio, lo hará el 48%. No vale, pues, cerrar los ojos.