WLw a Junta difundió la idea de que ayudaría económicamente para que familias extremeñas pudieran acoger temporalmente a niños haitianos que hubieran quedado huérfanos como consecuencia del terremoto que ha asolado ese país. De inmediato se produjo una avalancha de peticiones --ayer había apuntadas más de doscientas personas en la dirección facilitada por el Gobierno autónomo-- y hubo familias, como la que apareció en este periódico, que se ofrecían a acoger a más de un niño. La Junta advirtió que esta iniciativa, en todo caso, ni era inmediata ni estaba al alcance de la Administración regional, puesto que debería ser incluida dentro de un futuro acuerdo entre los gobiernos de España y de Haití.

Vista desde la lógica, la propuesta extremeña es difícil de llevar a cabo, incluso por circunstancias tan incontestables como la distancia física entre Haití y Extremadura y por la diferencia idiomática, porque en ese país el castellano es muy minoritario. Pero las críticas que ha recibido la idea --para algunos es ilegal y para otros es solo una ocurrencia-- son, cuando menos, injustas y miopes: no saber ver que lo que se pretende con ello es sacar del infierno a los más indefensos porque es muy probable que de permanecer allí simplemente no tengan futuro, ni con familia de acogida ni sin ella, y que el impulso que anima a esa idea no es cuestión ni de leyes ni de ocurrencias sino de lo que nos hace humanos; no saber ver esto resulta una lastimosa ceguera.

Estados Unidos, que ha tomado las riendas de las labores de emergencia y, por el camino que va, tomará las del futuro de las instituciones haitianas, ha planteado una propuesta en el mismo sentido, aunque de menor alcance que la extremeña porque se trata solo de prestar atención médica en territorio estadounidense a los niños huérfanos que la precisen. Nadie la ha criticado. Al contrario, se toma como prueba de que la Administración estadounidense, en el tiempo de Barack Obama, da muestras de un humanitarismo que demasiadas veces se ha echado de menos en los últimos años. ¿Por qué si, además de prestar atención médica, la predisposición alcanza también a la atención familiar y educativa durante un tiempo determinado en vez de ser una idea humanitaria se convierte en ilegal? La distinción resulta difícil de entender.

Extremadura tiene alguna experiencia en acogimientos temporales a través del programa ´Vacaciones en paz´, que cada año se lleva a cabo en colaboración con la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui. A través de este programa varias decenas de niños que viven en campamentos de refugiados vienen a Extremadura, conviven con una familia durante el verano y, de paso, se les hace un chequeo y se les trata si tienen problemas sanitarios. A tenor de la legislación sobre catástrofes y adopciones que se ha aducido para el caso del acogimiento de los niños huérfanos de Haití, ¿tendría que suspenderse el programa ´Vacaciones en paz´ si, además de la catástrofe que significa vivir en un campamento de refugiados, sufrieran los niños saharauis un terremoto? ¿No estaría, en ese caso, más justificado ese programa? ¿No sería, por el contrario, aún más necesario?