Es una estupenda noticia que la educación ocupe páginas en los diarios y sea un tema preferente para la crítica de sus lectores. El ya famoso Informe PISA ha originado una avalancha de opiniones que los medios han estimulado y promovido. La percepción general dominante ha sido que la cuestión educativa está muy mal. Una popular radio citaba el PISA como la verificación estadística del taimado laicismo marxista. Creo que convendría tener una cierta prudencia mediática y, pasado el tsunami estadístico, incentivar un debate sin prejuicios.

El contenido del Informe PISA , su metodología y cifras, se sabe solo desde el pasado lunes con total fiabilidad. Los datos manejados antes habían sido filtrados por un semanario educativo, sin respetar el compromiso internacional de embargo informativo. La mala educación también consiste en faltar a los compromisos periodísticos.

Los datos del informe no son, en verdad, distintos de los que ya se han ido conociendo, pero su valoración puede hacerse con una aproximación objetiva, algo más pausada y constructiva.

Bueno será dejar claro qué es y qué objetivos tiene el citado Informe PISA . Es una investigación promovida por la OCDE, una organización económica mundial, que evalúa los conocimientos y competencias de miles de alumnos de 15 años, de 57 países y en áreas de conocimiento diversas. Es una especie de macroexamen para evaluar sus competencias; en esta ocasión en comprensión lectora, matemáticas y especialmente, en ciencias de la naturaleza. Nueve comunidades autónomas, entre las que no se encuentra Extremadura, han aportado datos de sus respectivos sistemas educativos.

XUNA PRIMERAx conclusión general: todo sigue prácticamente igual que en los informes anteriores, del 2000 y 2003; un bajo nivel de excelencia (o sea, de resultados altos), una mediocridad en las evaluaciones y un sorprendente retroceso general en algo tan básico e instrumental como es la comprensión lectora. De modo que, sin matizar mucho, los resultados no son para llorar, pero menos para tirar cohetes de alegría. Alguna oreja de burro podría repartirse, pero a buen seguro que habría más de una sorpresa. En el cuadro de honor, con medalla y certificado, Finlandia, un modelo de planificación del sistema educativo, cultural, demográfico y productivo tan particular que lo hace inimitable. En contra de la opinión general y del sentido común se verifica una vez más que invertir más dinero, más porcentaje del PIB, no mejora directamente los resultados del alumnado. Lo que no significa que una buena gestión pedagógica de la inversión en términos cualitativos no tenga efectos positivos. Los tiene, y cómo.

Se ha repetido que el informe PISA no es un ránking. Pero las puntuaciones sí tienen el interés general de plantear preguntas. Por ejemplo, la media teórica se sitúa en los 500 puntos en cuanto a rendimiento en competencia científica. Pues bien, España obtiene 489, en la pole position autonómica, La Rioja, con 520, y el último del mundo es el Estado de Kirguizistán con 322; las chicas son más y mejores lectoras que los chicos; o la localización espacial del centro es una variable importante.

El interés del Informe PISA radica justamente en que sus datos no cierran cuestiones, sino que plantean preguntas, cuestiones de forma y fondo que no debieran contestarse solo con intuiciones o estereotipos.

Una segunda cuestión a destacar: la procedencia del alumnado tiene una alta correlación con los resultados. Mediante lo que PISA llama un "índice socioeconómico y cultural" se unifica nivel ocupacional familiar, estudios de padres y madres, y renta familiar: lo que antes se denominaba clase social o en la sociología francesa no marxista capital cultural. La diferencia total en rendimiento en ciencias según el nivel educativo familiar es de 37 puntos, lo que es muy significativo.

Una tercera observación final: la lectura comprensiva. Que el alumnado tenga dificultades en comprender un texto sencillo de tres líneas es dramático. Sin dominio de la lectura toda la escolaridad es un laberinto. Créanme: no lean el Informe PISA . Léanles cuentos a sus hijos cada noche, y una tras otra.

La energía más preciada para el desarrollo equilibrado de la sociedad del conocimiento es hoy la materia gris, la inteligencia, la iniciativa y la creatividad de sus ciudadanos. Las superestructuras.

La capacidad de aprender a aprender, de decidir por sí mismo, de esforzarse por llevar adelante un sueño propio, son competencias y actitudes que se aprenden --o no-- en la escuela. La escuela española, a tenor del PISA 2006, no progresa adecuadamente, está amarrada a las exigencias del día a día. Le hace falta, si me permiten la homilía, tomar impulso y dar el salto mental al siglo actual.

Tres objetivos para progresar adecuadamente: rebajar a menos de la mitad el fracaso escolar (hoy está en el 30%); llegar al 80% de alumnos que siguen estudiando después de los 16 años, y reinventar la formación profesional. Bueno, y conseguir el bilingüismo cuanto antes.

*Periodista