Filólogo

Dos horas, no más, tarda un ciudadano extremeño en gestionar distintos asuntos en cualquiera de las ciudades más importantes de la región: Cáceres, Mérida, Badajoz o Plasencia, gracias a la rapidez con que puede desplazarse de una a otra por las autovías y las líneas férreas de alta velocidad que entrelazan dichas ciudades, justo como le prometieron en las elecciones anteriores.

Esa facilidad para la gestión múltiple en un solo día le ha acelerado el pulso a nuestro extremeño y proporcionado algún estrés, pero no tiene por qué preocuparse: el infarto se lo tratarán en una habitación para él solito del hospital público, y si recae, será inmediatamente atendido por su especialista, sin colas ni listas de espera, exactamente como le prometieron en las elecciones anteriores.

Nuestro extremeño se repondrá y vivirá feliz, porque el dolor de cabeza que tenía con la adquisición del piso, le ha desaparecido: la casa será una ganga, no pagará impuestos y con la nueva política de la vivienda, las ofertas de suelo público y la transparencia de las agencias de ventas de pisos, no tendrá más que vivir y engordar en paz, como le prometieron en las elecciones anteriores.

No le preocupan tampoco los gastos de la educación de los muchachos: ni un duro en libros ni matrículas. Ya puede acercarse, gracias al Ave, a Madrid, a ver una obra de teatro o comer en Lucio, y estar de vuelta, sin pelo de la dehesa, al atardecer, en su casa, dispuesto a informarse de cuanto pasa en la tierra a través de la televisión autonómica, que seguirá insistiendo que aquí hay trabajo para todos y programas para los parados jóvenes, los parados adultos, los capacitados, los discapacitados, los saltimbanquis, los curas, los regantes y los sobrios, justamente como le prometieron en las elecciones anteriores.

No sea imbécil, créaselo y vote: solo le faltan cuatro años para que le repitan lo mismo.