THtubo un tiempo en que cierta clase pudiente y devota realizaba la iniciación a la vida y la promoción de los vástagos en los clubs de la carretera de la Coruña. De aquellos polvos, éstos. El director de la cosa turística de Baleares se fue a promocionar las islas al club Rasputin de Moscú y víctima de aquella herencia genética de la clase próspera, cayó en el cepo.

Pero nadie debiera rasgarse las vestiduras. Es lugar común que hasta en Extremadura ciertas celebraciones y promociones terminan en los Caciques y el alboroque va, con frecuencia, a cuenta del contribuyente. O sea, cosa de la raza, que por mucho que amenazara Castelar, no decae. Parece necesario el relanzamiento del latin-lovers , porque desde que la sueca del turismo desarrollista se retrajo, la cosa de la divisa va a la deriva, y nadie como esas almas libertinas, sin escrúpulos presupuestarios, que aprendieron de sus progenitores a mezclar placer y negocio, para convencer al ogro moscovita de que el paraíso está al sur. En la gélida noche rusa, lo propio de hombres tan machos, tan españoles, tan caballeros de la mano al pecho, era poner la mano al pecho de la rusa, con la buena intención de calentarse y sobre todo de tentarle a venir a las islas. Pero las facturas dejaron la promoción hecha una braga.

*Filólogo