A punto de finalizar el ejercicio, el saldo económico del 2002 es el peor de los que puede exhibir el Gobierno del PP. Cuatro indicadores básicos han empeorado este año. La inflación constituye el principal desequilibrio. La previsión oficial era del 2% y los precios han subido el doble. Una desviación que encarece la vida y provoca pérdida de competitividad de la economía española con respecto a la de los países del euro. En el empleo, la situación no es mejor. El ritmo de creación de puestos de trabajo bajó a la par que creció la tasa de paro. El crecimiento del PIB tampoco cumple los pronósticos del Gobierno. Instituciones internacionales de prestigio, como la OCDE, dudan de que acabe el año en el 2,2% previsto y vaticinan un moderado 1,8%, una cifra insuficiente para animar el mercado laboral. La última noticia negativa la facilitó Rato. Ni tan siquiera las cuentas públicas, que dependen más directamente de la voluntad política, lograrán equilibrarse y el 2002 acabará con un déficit público equivalente al 0,2% del PIB.

Sin el viento internacional de los ciclos económicos a favor, el Gobierno ha demostrado que algunas de sus capacidades de gestión estaban sobrevaloradas.