WTwal como había vaticinado el propio presidente de la Junta, su propuesta de hacer una oferta de paz en forma de ultimátum a ETA no ha sido bien acogida en el PP. Tampoco ha tenido eco en el Gobierno. Dos ministros, el de Interior y el de Justicia, la rechazaron ayer sin matices. Han venido a decir que la única propuesta posible es la que haga la banda acerca de su disolución y que, mientras tanto, el Ejecutivo no tiene por qué mover ficha. Y, sin embargo, la idea de Rodríguez Ibarra debería ser tenida en cuenta porque antes o después --ojalá fuera hoy mismo-- habrá que negociar la rendición, sin que ello signifique que el Estado tenga que abdicar ni un milímetro ni de su legitimidad democrática ni de sus posiciones políticas. Ni tampoco se debilita por ello el Pacto Antiterrorista. Tomar la delantera, decirle a los terroristas que acepten la realidad y que tienen ante sí el último tren para que la sociedad española pueda ser generosa con sus presos, es una iniciativa audaz que podría desencadenar el fin de ETA, acuciada ya a tomar decisiones que desemboquen en su extinción tanto por la sociedad vasca como por su antiguos comandantes y por los presos. Ese ultimátum tal vez se convirtiera en su última salida para imaginar un futuro fuera de las cárceles.