Escritor

Un hombre sin próstata es un muñeco. La que manda en el universo es la próstata. La verdadera conciencia del hombre está en la próstata y ahí van a parar todos los golpes. El corazón lo que hace en determinadas circunstancias es cansarse de latir, o asustarse y decir, hasta aquí he llegado. El proceso de retención de disgustos lo lleva directamente la próstata. Es un negociado como de tráfico de influencias y desgracias. La ministra Palacio, que se creía que había conquistado a Powell, lo que ha hecho es mandar a Colin directamente al urólogo. Ahora habrá que ver en qué estado y en qué circunstancias. Teniendo en cuenta que la matriz de la ministra es una matriz que no conoce varón, basta ver que ella, lejos de la política, lo que hace siempre es jugar a las casas de muñecas, con cama para Colin en un cuarto de cretonas, aunque el pobre Colin está harto de comerse toda clase de marrones. La cantada de las armas masivas en el Consejo de Seguridad de la ONU fue la gota que llenó el vaso, y fue tras esa lectura que Colin sintió una punzada como si le hubieran dado una patada en los mismísimos.

Por favor, cuídense los lectores, porque todo cuanto hagan contra natura termina siendo declarado en la próstata. El libro de reclamaciones, ese libro que pedimos en los hoteles cuando vemos una cucaracha, lo llevamos pegado al forro de los testículos, y son ellos los que van dirigiendo nuestros pasos. No hagan nada sin su permiso.

Lo que le debe dar mucha rabia a Colin es que mientras él tiene la próstata como la selva del Amazona en sus buenos tiempos, Sadam la debe tener como la de un niño. Ser acosado tiene esta ventaja. Bush, ahora mismo, sólo tiene algo de arenilla en el riñón al traspasarle toda la responsabilidad a Powell, pero que no cante victoria, porque lo suyo es más grave. Dios lo va a castigar de alzheimer y, por los andares que tiene, la cosa está en sus inicios. Está demostrado que Bush no tiene próstata, y yo que Aznar me andaría con cuidado en la jubilación anticipada.