TMtadrid está siendo protagonista político del verano, aunque Valencia no ha renunciado a ser también foco, en este caso permanente, de la actualidad. En Madrid, y veo que también fuera de Madrid, están siendo los días estelares de las candidaturas a la comunidad y al ayuntamiento de la capital, pero sobre todo la primera. Las elecciones primarias entre el secretario general Tomás Gómez y la ministra Trinidad Jiménez , al margen de otras consideraciones, serán un acontecimiento muy saludable para la política española y para la democracia. Son una ocasión de oro para devolver a la política esa esquina de competitividad y de confrontación noble que a menudo nos falta para ser sustituida por el juego sucio y los enfrentamientos terroríficos. Unos lo piensan así, otros consideran que las primarias son un riesgo o un signo de división. Donde no hay ese problema es en el PP, dentro del cual el dedazo es el único procedimiento conocido. Y cuando eso se pone en duda, surge lo de Cascos en Asturias, de lo que ahora se habla poco pero de lo que luego a lo peor se habla demasiado.

Encuestas internas del PSOE cuentan que la ministra tiene más posibilidades de desbancar de la Comunidad de Madrid a Esperanza Aguirre . Es un buen argumento en su favor, eso lo sabe Tomás Gómez, y sin embargo éste ha preferido anteponer los principios de pureza democrática y persistir en su decisión de aspirar a la presidencia madrileña. De momento, no hay espectáculo, pues los dos candidatos a candidatos se comportan con mutuo respeto y consideración ejemplar. En principio me pareció que Gómez debería haber renunciado. Luego lo he pensado mejor y creo que las primarias son una institución de ejemplaridad política, aunque reconozco que eso puede ser o parecer una ingenuidad de las mías. Prefiero pecar de ingenuo que de otras cosas. Los madrileños supongo que veremos en esta historia una demostración de sinceridad democrática y eso favorecerá al partido que se atreve a exhibirla. ¿Por qué el PP no se anima y hace lo mismo? Ganaría la democracia.