Doctor en Historia

Permítame la licencia, presidente, pero, de nuevo, voy a robarle el titular de este artículo. Le escuchaba hace unos días declarar cómo las generaciones más jóvenes andábamos huérfanos de referentes. Echando la vista atrás, los que ya han cumplido los 50 (o están a punto de hacerlo) recuerdan paradigmas que les marcaron: el mayo del 68, la guerra del Vietnam, la llegada del hombre a la luna, las primeras manifestaciones en la universidad, en las fábricas y tajos, la transición ¡ah la transición!... y todo lo que vino detrás.

Y pasa el tiempo. Y llegan y no sabemos cómo los nacidos en las décadas de los 60, 70... y creemos que todo lo que tenemos estaba ya. Y no hay épica. Y, perdona presidente, pero no podemos ser protagonistas de la Historia porque pese a que siguen existiendo grandes causas, el ciclo de los que se auparon al poder y sus aledaños hace 25 años sigue perenne.

Y encima algunos amenazan con la manida "segunda transición". La que tú denominas postfranquismo y yo prefiero identificarla con la democratura. Y Victorino Mayoral con el bonapartismo. Y la gente anestesiada. Y las calles llenas de gente clamando justicia y deseando despedir al niñato del jamón y el Mercedes y suspirando y soñando hacer realidad las aspiraciones del solitario becario.

Por eso muchos queremos abrirnos paso y poder contar algún día que también luchamos por cambiar el mundo. Que contribuimos a hacer la vida cotidiana de los que nos rodean más agradable. Que conseguimos enterrar la crispación y cerrar la puerta a esos trabajos de minería que algunos, en su afán de huir del debate y enturbiar la imagen del político, han perseguido. Como casi siempre, los flujos son buenos y da alegría ver elementos nuevos en las fotografías.