TUtna de las premisas básicas que debiera tener cualquier protesta ciudadana es intentar ganar adeptos en lugar de acumular damnificados. Hay una diferencia entre hacerse oír y molestar con un ruido que puede hacer oscurecer la transmisión del propio mensaje. Ni que decir tiene que la violencia desautoriza moralmente a quien la ejerce, tanto si es física (puñetazos, pedradas, etcétera) como si es de otro tipo (chantajes, amenazas, abusos de poder, etcétera). Teóricamente llevamos 30 años sin dictadura y las reglas del juego deberíamos saberlas de memoria, pero siempre hay quien pretende reescribir las normas de acción democrática que debieran ser muy simples: Tener siempre la misma vara de medir independientemente de si se está en el poder o en la oposición, anteponer la libertad de expresión a cualquier tipo de conveniencia coyuntural, desterrar cualquier tipo de violencia y permitir cualquier forma de protesta, desde la rupestres a las cibernéticas, sin más cortapisa que la de proteger la integridad de las personas. Ya que nadie insulta a otro llamándolo pancartero es momento para plantearse que las explicaciones claras y razonadas pueden ser más fructíferas que el insulto, la algarada y las molestias inútiles. Protestar es una de las grandezas de la libertad que no podemos ni cercenar ni adulterar.

*Profesor