En tiempos de turbación no hacer mudanza. La máxima de Ignacio de Loyola parece haber inspirado al consejo de gobierno del Banco Central Europeo (BCE), que el pasado miércoles decidió dejar los tipos de interés tal como están, es decir, al 4%, en medio de la crisis crediticia de EEUU y las amenazas de subidas de los precios de combustibles y de cereales, que están elevando la inquietud de amplias capas populares a niveles que inquietan.

La institución que dirige el francés Jean-Claude Trichet es autónoma de los gobiernos europeos, pero ha estado sometida a tremendas presiones políticas en las últimas semanas --la más significativa la del presidente de su país, Nicolas Sarkozy-- para que no se produjera una nueva subida de tipos, hasta el 4,25%, lo que hubiera lastrado el crecimiento de las primeras economías de la zona euro. La decisión del BCE da, en este sentido, un respiro a Francia y Alemania.

Pero lo que más ha turbado a Trichet y a sus consejeros antes de tomar la decisión es la crisis derivada de los problemas de los bancos norteamericanos que concedieron créditos hipotecarios con insuficientes garantías de cobro. Los coletazos de esa turbulencia, aunque España está escapando relativamente indemne de ella puesto que ha afectado a unos pocos fondos y de forma lateral, han llegado a Europa y han creado tensiones en los mercados monetarios, por lo que el BCE se ha visto obligado a inyectar dinero en el sistema. Subir ahora los tipos un cuartillo hubiera sido de todo punto contradictorio con esa política que busca favorecer la liquidez.

Pero no elevar los tipos también tiene factores negativos para el devenir de la economía: significa dar alas a la inflación. Los precios suben desde hace meses en Europa a un ritmo razonable del 2% interanual, pero hay amenazas para los próximos meses por el encarecimiento del petróleo y de los cereales (¿quién habría de decirlo de los cereales hace no muchos meses?). Trichet ya dijo ayer que el BCE va a ejercer una "fuerte vigilancia" sobre la estabilidad de los precios, lo que abre la puerta a posibles subidas en el futuro.

Para España, el mantenimiento del precio del dinero es también una buena noticia, aunque nuestra economía crezca a un ritmo porcentualmente mayor que la francesa y alemana. Pero otro aumento hubiera impulsado aún más el euríbor, que ha alcanzado el nivel más alto desde el 2000. Ese índice, que esta semana bajó unas centésimas, es el que repercute directamente en la inmensa mayoría de las hipotecas y su escalada es, por tanto, muy gravosa para las familias que están pagando sus viviendas.

Trichet tenía la difícil papeleta --algo así como una cuadratura del círculo-- de mantener la independencia del banco central frente a las presiones de los gobiernos europeos, vigilar la inflación, dar liquidez al mercado y favorecer el crecimiento de la zona euro. Su decisión ha sido por eso tan salomónica como provisional.