La heterodoxia científica no tiene nada que ver con la disposición de algunos psiquiatras a tratar la homosexualidad como si se tratara de una dolencia de la mente. La razón es muy simple: se trata de una convicción ajena a la ciencia y con los ingredientes propios de un apriorismo religioso carente de sentido. La información que publicó ayer EL PERIODICO debiera poner en guardia a la profesión médica para evitar que unos pocos profesionales de la psiquiatría dejen de perturbar con sus prejuicios acientíficos el tratamiento de homosexuales que viven un conflicto extremadamente complejo entre su opción sexual, sus emociones más íntimas y la presión del entorno. Justamente porque los creyentes tienen derecho a ser respetados por sus conciudadanos, es especialmente preocupante que un sacerdote se exceda en su función de guía moral de sus feligreses y mande a un psiquiatra a los homosexuales que se le acercan. Precisamente porque los psiquiatras desempeñan una importante función en la salud colectiva, la práctica médica en estas consultas resulta más inquietante. No hay un solo indicio científicamente solvente que justifique una praxis profesional orientada a alterar aquello que es irreversible: la homosexualidad.