WEw l PSOE opta por la (¿excesiva?) prudencia, aunque ello suponga desengañar a sus votantes navarros, que aspiraban a desbancar del Gobierno foral a la derechista UPN (marca del PP en Navarra). Se impone el interés de la dirección federal de evitar ofrecer a la derecha un nuevo flanco para recibir golpes, a ocho meses de las elecciones legislativas. Para entendernos: es como si la sede de Ferraz hubiera logrado impedir que Montilla pactara con Esquerra e ICV para gobernar Cataluña porque eso perjudicaba la reelección de Zapatero. Sin embargo, el PSN no tiene el peso ni la independencia orgánica del partido catalán y por eso sacrifica a su pesar las legítimas ambiciones de gobernar. El PP había amenazado con rayos y truenos si los socialistas pactaban con Nafarroa Bai (una alianza de fuerzas nacionalistas, que incluye al PNV y a Aralar, partido de antiguos militantes de Batasuna que rompieron hace tiempo con ETA). Es fácil interpretar que el PSOE se ha acobardado, después de las experiencias con el Estatut y el proceso de paz fracasado. No había diferencias programáticas: unos y otros habían sacrificado buena parte de su estrategia. Por eso, las exigencias socialistas para el reparto de carteras suenan a excusa para hundir la operación, pero sin demonizar a Na Bai. Se abren ahora, al menos, dos hipótesis: o bien UPN forma Gobierno con la anuencia del PSOE, o nuevas elecciones regionales. Si se impone la primera, se especula con que Nafarroa Bai y el PSOE derribarán al Gobierno de UPN tras las elecciones legislativas. Era una salida ya estudiada desde el principio, pero que demostrará el carácter instrumental de las dificultades actuales.