Un amable lector me apunta en un artículo en que critico a quienes hacen política siempre en contra, que se piensa siempre en contra y que no hacerlo --en contra-- es no pensar.

Y parece que en el PSOE la mayoría se ha apuntado a dicha tesis. Pues la brecha fratricida que parte el partido la consideran muchos de imposible sutura.

En opinión de esta observadora que quiere ser imparcial, es decir, no ir contra nadie, aunque con ello mi amable lector me acuse de no pensar, la carrera Sánchez contra Díaz está siendo tan sanguinaria como la de Ben Hur y Mesala. El que caiga de la cuádriga está muerto.

Veamos. Uno y otra, según la tesis de mi amable lector, piensan más que Platón, pues no dejan de dirigirse contra el otro.

Se aplica Sánchez en negar la identidad socialista a los que le arrojaron a las tinieblas exteriores en aquel aciago día de Ferraz. Su rostro aparece desde entonces marcado con la marca de Caín y en este tiempo de furia está prodigando enorme cantidad de agravios y obviando todo discurso constructivo como si buscara solo su venganza, obsesionado como parece desde aquella inolvidable e inolvidada humillación.

Por otro lado, parece el rencor haberse enseñoreado también de los llamados susanistas, (que una no entiende por qué no los llaman diístas o a los de Sánchez, pedrenses, ahí lo dejo). Desde aquel día aciago de «aquí la única autoridad soy yo», pero sobre todo después de la sorpresa de los avales cuando Díaz con el rostro despavorido musitaba en una sonrisa forzada el mismo desprecio repetido de que había uno que por tercera vez estaba muy contento de haber quedado tercero.

Una no cree, de nuevo, que pensar y actuar en contra, y mucho menos de quien es compañero de partido y debería tener una idea similar de cómo lograr el bien común de la patria común, sirva para construir nada a no ser un muro vergonzoso. Ibarra, y también López lo han visto así. Pero me temo que, como decía el primero, esto todo sea predicar en el desierto. Para alegría de la izquierda montaraz, insensata y superficial.